martes, 7 de mayo de 2013

SAYO



“Cántame una canción/al oído y te pongo un cubata
Con una condición:/que me dejes abierto el balcón de tus ojos de gata”
Y nos dieron las diez. Joaquín Sabina, 1992.

Desde el espinal hacia la hondura sur de los verdes y ocres desde la llovizna de queltehues y tiuques. Se aparece tu rostro como en un sueño funerario, dormido o muerto, reseco aun bajo la lluvia, en el vano de una puerta, en el crujido de unas piedras en la oquedad de su bosque. Te me desapareces de las trizaduras de los espejos, de la callecitas, esas, del mismo prodigio de tu voz alucinante. Hacia adentro en la hondura, en la bruma que sube por el río buscando la trama de los bosques entristecidos de pájaros escondidos en sus silencios entumecidos. El agua baja con sus hileras de blancos pétalos de los arrayanes que aun permanecen en su otoño florido. Y el tiempo se ramifica entre el follaje denso y verde, en el río de aguas lánguidas, en el estero amparado en los cañales, en la quietud de las casitas dormidas en los claros del bosque, en el mismo observador impaciente. El chucao grita oculto siempre quien sabe donde. La mañana aun estila la lluvia de anoche. El día amanece con la parsimonia vegetal de los ulmos hasta que se triza con la algarabía elemental de los queltehues, otros. Allá arriba a pleno cielo se inician los tiernos rubores de un sol ingenuo con un claro de azul por delante y hoscos nubarrones cercándolos. Todos los verdes en todos sus posibles matices se entremezclan en un paisaje instituido en su propio silencio. Sobre el frío, el silencio y la lluvia se derraman las nostalgias azucaradas de lo que fue. Sobre el río, la quietud y los bosques se vierten los recuerdos intocados de lo que pudo haber sido. Todo es como un ayer no vivido, con la consistencia de un recuerdo vago, inhóspito, con sabor a pena y perfumado de lenta tristeza. Allá mañana, de vuelta, el otoño entra a bocanadas con sus amarillos estentóreos. El sol en su deslave va enrojeciendo el muro implacable de tu boca. Será mañana. El paisaje duda entre solearse alegre entre los cantos de los pájaros venideros o enlluviarse convencido del fervor de los queltehues. El chucao se despide allá abajo emboscado en el boscaje cerca del estero, una fina neblina arremete la urdimbre cerrada del bosque, tímida, porque el sol ya amanece sonriente. Se vienen burbujeando los amores por el río pero ya es la hora de los peces en la concavidad de tus ojos instaurados. Madre! que me dueles tanto que no logro entrar en la rutina de tu olvido. Te me desvaneces aun sin aparecer. Vale.

Viaje al Río Llico, Mayo 2013.

1 comentario:

  1. Disfruto del paisaje mas con sus letras que con la foto....................Maestro

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