jueves, 23 de julio de 2009

ESPELEOLOGIA LOMBRICARIA

A Don Francisco A. Ruiz Caballero, explorador de asombros.


Bajo grutas, cavernas de agua

Llenas de monos

Underground, Barak Obama, 1981.


Inquietas lombrices excavan enmarañadas galerías en el suelo, mientras avanzan van ingiriendo las partículas de tierra y minúsculos restos orgánicos, hambrientas, fertilizantes, obsesionadas en sus túneles claustrofóbicos. Cavan desmesuradas distancias y profundidades aleatorias hasta caer siguiendo el curso extraños atractores en húmedas grutas kársticas. Insobornables lombrices, finitas como hilos de pálido rojo sangran atravesadas por cristalinas agujas de atacamita. Esos filosos cuchillos escondidos en conchas de crisocola, que en ellas consuman sus verdores evanescentes que duermen congelados en breves ríos concéntricos. Otras armas misteriosas y mortales tatuadas en junglas pétreas, yacen a la espera de vermiculares victimas cavernícolas, lanzas aprisionadas en geodas de cuarzos transparentes, puñales de cristales aciculares de yeso, de estibina, de rutilo, de asbesto, creados en los caldos ardientes de los insondables magmas subterráneos. Lánguidas lombrices se mimetizan con las flautas de travertino intentando evitar ser atrapadas en las sangrientas fauces del cinabrio de arcaicas impregnaciones, o en las monoclínicas garras arsenicales que habitan en el oropimente que enmascara los furiosos perros de oligisto, y mueren convertidas en hebras, hilachas, filamentos de metales entumecidos, fríos, rígidos, como bronces muertos, quietos, petrificados en insólitas posturas funerarias, abrumados de chispas de pirita y de aterciopeladas covelinas virulentas. En las inmensas y vacías catedrales calcáreas una danza de brillos, de reflejos, de destellos hieren las delgadas carnes, los espejos mineralógicos rompen la luz infiltrada en los íntimos prismas de sus cristalografías imposibles iluminando con los siete colores del arcoiris las lombrices, que aun lánguidas, insobornables, inquietas alcanzan a acoplarse en un ovillo hermafrodita de carne desesperada. Pero ya las ronda la muerte, y ese paroxismo sexual las arrastra contra las dagas y las adargas que aguardan letales en las líticas oquedades de la caverna. Después hay sangres rojas y anaranjadas, pestíferos fluidos verdes y azules, densas linfas amarillas o violetas, y un extraño liquido color índigo que fluye exfoliando los indefensos feldespatos. Aguas ácidas que penetran por las laberínticas galerías de las lombrices carcomen la lúgubre caliza, construyendo con milenaria paciencia blancas estalagmitas, como horripilantes estatuas botroidales, sobre los filiformes cadáveres cristalizados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario