viernes, 17 de febrero de 2012

ATISBOS

¿Que sucedería si nos hablaran en un idioma y entendiéramos en otro…?. “Las sacras arcas del español”, Severo Sarduy, 1984.

Ya veré que tiempo, que rumba, que hago, si los cóndores tienen uñas y corona las iguanas, ya veré si se me viene el río con sus arcillas y sus cantos, la bajante y el solsticio, la perra en leva que recorre los callejones juntando machos sedientos, garrapatas lentas y pulgas saltarinas, ya veré si me canso y me congelo arrinconado, casi muerto, en un zaguán con olor a madreselvas y orines. Veré, si puedo, las sinuosidades de una lampalagua en una densa sopa muy verde, casi esmeralda, de espirulinas creciendo monstruosas entre sus nitratos y sus sulfatos, expandiéndose sin limites más allá de todas las aguas posibles, pequeñitas, helicoidales, una a una como un rosario verdiazul tañendo las campanas de los vidrios. Ya veré, verán, veremos los palios sobre los cadáveres de los enemigos en los bordes de los caminos, las animitas de los amigos en los resaltos de los acantilados de las gaviotas con sus velas fúnebres encendidas como un faro desperdigado en un azar de diaclasas entre la flora de vértigo de las esparragueras marinas, los cenoyos de mar, las verdolagas o los alboholes florecidos de florcitas de cinco pétalos de tenue rosado. Ya veré si los cautiverios de las hormigas duran más que el invierno y perduran sus encierros hasta el verano en los vahos invisibles de sus laberintos subterráneos, sin los soles de los días ni los humos de las antorchas de los agazapados cazadores. Veré si el vitriolo encelado de unos ojos furiosos me rompe la modorra del atardecer adormecido y me estrella y me duele y me socava y me deja los huesos mondos de mi esqueleto desarmado como un ideograma de muerte y cristalizados salitres antiguos. Veremos las tierras con las cenizas aun tibias, verán las hojas verdes brillantes y alargadas de las añañucas chamuscadas resquebrajándose bajo las patas engrifadas de los demonios indignados, veré el último ajolote destripado en la orilla de un lago seco en el que las grietas de desecación forman perfectos heptágonos. Ya veré que tongo, que murga, que sueño, si los ojos del buitre reflejan la carne podrida en la distancia y la altura, si las vísperas son tristes porque aun no suceden o solo por la ansiedad de lo que se viene, o si las esfinges nunca miran los amaneceres reflejados en el río sagrado. Veré desde lejos la puerta del paraíso, cerrada o entreabierta, verán una verja de hierro forjado con sus lanzas afiladas, feroces, veremos la imagen muy nítida de una voz en los espejos. Vale.

Imagen: “Recuerdos”. Pintura acrílica y metales sobre soporte en madera 66 X 90. Elsa Gillari.

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