viernes, 30 de agosto de 2013

SICOIDAL


“En general se asume que un poema sigue una línea de pensamiento, habla de algo (un referente). Pero es una hipótesis demostrable que un poema desarrolla, o puede desarrollar, varias isotopías semánticas paralelas, varias historias a un tiempo”. Roberto Echavarren.

La soledad como una jauría de perros feroces, incendiados por los fuegos escondidos en las cenizas, aterrados ante la inminencia del voraz desasosiego, surgiendo furiosos desde la fétida oquedad del escarmiento. Las magnolias dormidas en sus macetas de greda, abriendo sus tenues flores de alabastros rosados incipientes. La soledad como una manada de lobos aullando en las sombras de la noche lunar, hechizados y dolientes bajo el escarbado plenilunio, agobiados por la gravitación de tumultuosos desconsuelos. Las azucenas de la Virgen muy blancas acechando la misma luna de los lobos, la del ciruelo y su albo velamen que navegaba inmóvil en el oscuro azul de la noche. La soledad como un cardumen de plateados y fríos peces filosos en vertiginosa huida hacía los hondos abismos de los misteriosos celacantos. Los nardos perdidos en las noches perfumadas de diciembre cruzadas por el vuelo de la lechuza silenciosa y fantasmal allá en la puerta inolvidable de la casa. La soledad como negros jinetes al galope, irrumpiendo en la tarde sosegada y melancólica que se adormece en su almacigo de nostalgias. Las dalias estrelladas a lo alto en sus púrpuras o azules violeta, hundidas abajo en sus raíces tuberosas, detentando todas las ternuras maternas desde un jardín ya imposible. La soledad como el abandono del extraviado en los laberintos insoportables de su propio desierto de feroces arenas impávidas. Los agapantos consumiéndose de pena en sus estambres, en su azul intenso, en su follaje carcomido por los secretos caracoles del diluvio. La soledad como un triste revuelo de campanas antiguas y lejanas, de bronces cansados, lentos y monótonos que yacen allá en abandonados monasterios. La rosa de las rosas, roja, retraída en ese rincón de la verja, trepadora y nocturna en sus ácidas fragancias, acumulando las frescuras iniciales de la primavera aconteciendo. La soledad como ese río estancado de aguas bajas que refleja los árboles de sus orillas fragmentados, quebrados por una aciaga ventolera invisible. Las acuarelas de las zinnias desatando sus colores por el estío, enamorando altivas mariposas, sujetas a la libación de iridiscentes avispas y afanadas abejas. La soledad cristalizada en los códigos que poseen las transcripciones de todos los diálogos, todas las urgencias, de todas las palabras que perdieron sus ecos anochecidos en las escarchas madrugadoras. La rústica trama de la madreselva, su aroma dulce que atraviesa los años y los mitos, los olvidos y la última soledad donde me moría de ti enredado en todas las raíces. Vale. 

1 comentario:

  1. La soledad, eterna sombra a quien agradecemos la creatividad.Textos,dibujos,pinturas,cantos,nada es posible sin esa compañia. Ninguna tan bondadosa.
    Ninguna tan fiel como ella.

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