jueves, 16 de agosto de 2012

INTENTO

El amor se nos había vuelto clandestino, escabroso e intenso, temía equivocarme y perderte, así que llevaba al macho que me habita sofrenado, tascando el freno para no romper el hechizo con pequeñas perversiones y me dejaba vivir en tu tenso ámbito holístico donde convivían las flores y los dragones, las aguas cristalinas y los fangos profundos, temiendo siempre que me convirtieras en estatua de sal o en gárgola del templo de tu nombre. Te amé y nos amamos hasta esa madrugada final cuando entre las sabanas tibias fuimos nudo, trenza, remolino multicolor y aguas confluyendo, y te seguí besando en la anchura de la mañana y a lo largo del día que se venía. Y en ese ayer estabas ahí, silenciosa, hierática y coqueta, yo sentía tus ojos buscando mi mirada para hechizarme, seducirme y atraerme a tu jardín de amapolas, de colibríes y astylus, y yo olvidaba las piritas y las calcopiritas, los cuarzos amatista y las obsidianas, olvidaba quien era y donde estaba, olvidaba mi nombre y los oscuros días antes de tus magias esenciales. Y vino el derrumbe, el naufragio, la ventolera, y no hubo más de ti. Aun así, si hoy pudiera tocarte te tomaría en mis brazos y te besaría hasta sofocarte, te apretaría contra mí y rodaríamos juntos por el pasto como un alegre arácnido pervertido y buscaría en tu cuerpo los lugares donde nacen o se enconan tus pasiones y hurgaría en ellos hasta el quejido o el susurro, te seguiría besando, acariciando, tentando hasta que desfallezcas rendida o vencida, desnudos entre la grama y las flores amarillas como dos animales feroces que se entregan en una lucha de sobrevivencia en la que ambos se odian y se buscan en el tumulto del éxtasis al borde mismo del abismo del goce bestial, violento, intransigente y a la vez deliciosamente inevitable, te borraría los miedos y tus certezas equivocadas, te mordería los labios y los lóbulos de las orejas, mi lengua iniciaría con la tuya un húmedo combate de serpientes marinas, ávidas, feroces y entrelazadas sin rendición posible, te lamería entera siguiendo el rastro de tu aroma hasta dejarte desperfumada, mas desnuda que nunca, me emborracharía con tu saliva, me dejaría morir entre tus pechos para resurrectar el tercer día ahí mismo adormecido como un niño tierno y necesitado de edípicos afectos. Pero no, este es solo otro fallido intento de seducción, y aquí me bajo, desde aquí desaparezco de tus soles y lunas sabiendo que para nuestra arcilla final ni siquiera importa la suma.

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