sábado, 17 de agosto de 2013

N.N.


Yo he visto perlas claras de inimitable encanto,
de esas que no se tocan por temor a romperlas.
Tu Collar de Perlas, José Angel Buesa.

Será lo que será, seguiremos como sea que el destino nos tenga ya emborronado con su tinta azul violeta aún húmeda y su letra finita e ilegible en los papeles de las vidas posibles, que importa si ya vamos confundiendo voluntariamente ciertas realidades especificas con las virtualidades de las pobres esperanzas, cruzando etapas, creando sueños que vivimos, sentimos y fantaseamos noche a noche, y yo siempre esperando tus vehemencias y tú siempre esperando los susurros de mi voz que no te llega, y mis manos en tu piel desnuda y tibia descubriendo lo que sería el mundo sin ti. Sabrás que el deseo que deseo habita en ti, está en ti, y ya no tienes escapatoria porque me fracciono, me disgrego, me vuelvo arena de mi para ir hacía ti, así, viejo, cansado, saturado de este otro perro mundo que no logro entender, con el frío cristalizado en mis huesos, la barba escarchada y los ojos enrojecidos, con toda la pena a la rastra. Y tú allá en tu guarida de serpiente sin ojos arrepatingada entre las aguas vertientes de la fuente del Niño de la Espina, sutil, cristalina y vertiginosa mientras tu sombra esquiva camina rodeando la fuente, cruzando el parque hacia el oriente, dobla a la derecha y sigue cabizbaja, tu sombra, bajo una alameda de altos árboles deshojados por la tristeza más que por el otoño, hasta el final de la arboleda donde hay un escaño verde y en el durmiendo un linyera viejón, de barba cana y largo pelo canoso, mal vestido con raídas ropas de distintos colores y algo sucio, tapado con diarios y cartones, al que tu sombra se acerca calladita y le deja una cajetilla de cigarrillos, un ejemplar de tu libro y un pañuelo con tu perfume, para cumplir el rito casi funerario que tu corazón te canta al oído. Mientras todo eso sucede/sueñas oirá como de lejos, siempre tu sombra, que alguien canta, es la Tebaldi cantando Un bel di vedremos de Madame Butterfly, quizás se le llenen, a tu sombra, los ojitos de lagrimas, no importa, el linyera seguirá durmiendo y no podrá verte así, vulnerable (y triste). Cuando termina el canto, se aleja despacito, tu sombra, y de ahí se vuelve a la fuente del Niño del Espina y se arrepatinga entre las aguas vidriosas y vertientes como la misma serpiente sin ojos que eres. Después volvimos por donde mismo y nos despedimos, ya casi clareando, en la misma esquina del parque donde nos habíamos encontrado. Te fuiste difuminando en esa claridad inicial del día y yo me volví al escaño a sentir los vestigios tu presencia allí donde siempre te sueño. Vale.


1 comentario:

  1. un texto bello lleno de esas añoranzas que jamas podran hacerse realidad...

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