sábado, 24 de agosto de 2013

SOBRE VUELOS


Yo viví en altos vuelos postergado como un albatros extraviado en un océano sin islotes, y vi los buques atracados a los muelles nocturnos meciéndose con las olas que traía la noche con su luna reflejada en un cardumen de sardinas que relampagueaban arrastradas por la marea mientras cruzaba el horizonte marino un velero de tres palos con el velamen henchido y un timonel fantasma. Y yo volaba alto por sobre las espumas sin dejar sombra ni estela, sobre los oleajes que sajaban las quillas para robarles las cicatrices fosforescentes de las noctilucas, sobre las medusas que subían desde los tenebrosos territorios abisales como hermosos espantos transparentes, sobre los cangrejos de negra porcelana que observaban desde el fondo de arenas sumergidas allá abajo en la profundidad azul oscuro que no alcanzaba a invadir la luz de luna. Y yo volaba con la inercia del asombro sobre espumas y fosforescencias, sobre los espantos translucidos de las aguas malas que se mecían a medianoche en el abierto oleaje lunar. Planeaba rozando las islas falsas de los sargazos con sus pequeños monstruos sigilosos en continuo naufragio y el extenso tejido ocre de algas atrapadas en los remolinos de las contracorrientes oceánicas. Desde mi alto vuelo alcanzaba a vislumbrar los jardines de las anémonas de mar teñidos de los colores inverosímiles de sus afilados pétalos ponzoñosos. Vi los crustáceos y los celacantos traslapados en las oscuridades verdiazules de las volcánicas dorsales marinas, vi una y otra vez los mismos grises cachalotes y mismas blancas belugas en medio de un paisaje de barcos hundidos, y en sus ojos de buey vi refractadas las calaveras tristes de los tripulantes todavía esperando que amainara la última tormenta. Sobrevolé las islas perdidas que nunca descubrieron los navegantes y donde estaba todo el oro, todas las esmeraldas y todas las especias resguardadas por dragones de ojos de cuarzo y feroces uñas de amatista. Volé por horas en espirales interminables sobre un denso mar de salmueras, con sus aguas mansas y cuajadas como babas de esturión o espumarajos de mantarrayas plagado de trilobites silúricos, donde los buzos se morían de pesadumbre adormecidos por el ruido de la sal cristalizando en el bochorno del mediodía, yo los vi flotando boca arriba en los atardeceres iluminados por un sol moribundo con la cuencas de los ojos asomados en las escafandras de bronces más antiguos que la sal de las salmueras. Yo surqué los cielos de todos los océanos buscando las secretas grutas del tiempo perdido en los roqueríos de las rompientes y en los profundos acantilados pelágicos pero solo encontré el viento salobre y los hielos prohibidos arrastrando o congelando la continuidad de las horas. Solo ahora, aquí, en el islote del ocaso sé que fueron altos vuelos inútiles. Vale.

2 comentarios:

  1. Siempre me asombras con la aparente facilidad que demuestras tus sentimientos mas escondidos.La creacion que nos rodea,tu entorno,tus inmensidades.Hilda Breer

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