sábado, 31 de enero de 2015

OTRAS LATITUDES


“Me da igual que la misma palabra se repita; eso le ha dado a mi escritura cierta severidad, la sequedad de la pobreza escogida.” Así me duermo... Severo Sarduy, 1990

Verás un campo de lirios morados y un horizonte donde el poniente se fragmenta en tules de rubores indecisos sobre un azul cielo de mares someros, una hondura donde chapotean tus nostalgias y el último resplandor del sol muriendo contra el mar de oleajes, gaviotas y espumas. Sentirás como laten por ti los azules entusiasmados como una verbena en jolgorio por las callejuelas del nocturno, un carnaval de máscaras alegres y santos de yeso con la luna llena congelada en su altura de vestal intocable. Dejarás atrás los verdes pinares y la trama de eucaliptus, la grama mullida donde retozaron las inútiles urgencias, el pasto crecido con sus hierbas sigilosas, el potrero de las mariposas de ese verde clarito que parecían pintadas con las anilinas de los sueños y el verde oscuro y salvaje de las pozas de aguas estancadas. Habrá una estación con los rojos otoñales y una lluvia finita cayendo sobre los quietos cipreses funerarios, los brillos del cinabrio y los reflejos del granate, el velamen del balandro navegando en la playa del poeta y en los ojos felices de la Pili. Percibirás los infinitos matices de los amarillos danzantes en los caminos de los yuyos como un óleo siempre a medio terminar donde se confunden los dorados con los tintes anaranjados y los girasoles con los dedales de oro, y aquel amanecer bahiano con los otoños de los ginkos del jardín materno. Sabrás que los vidrios de las piedras eran amatistas o amapolas, que enero se va repitiendo hasta septiembre y cruza las lluvias del invierno caminando por las calles mojadas sin tristezas ni rencores. Intuirás certezas que no reconoces, y la sombra de la duda se diluirá entre las melancolías del atardecer cuando se desaten las caligrafías para alcanzar a describir con precisos detalles el destello mínimo que surge allá en el fondo de tus ojos dormidos cuando miras las rosas de tus rosales en el jardín de tus sueños. Leerás cara al cielo bajo un sauce con el rumor del agua en el arroyo cercano estas palabras enrevesadas y mi escritura se te romperá en silabas susurradas, se fragmentará a veces en grafías codificadas y te retratará verbalizada por los siglos de los siglos en los furtivos encantos del amor sin sentido ni fin. Y un ocaso desarmado en sus colores y sus siluetas se verterá como un apacible río transparente entre el vuelo de las palomas asustadas, entonces oirás un canto en lejanía y será el ruido del tiempo levantando el polvo antiguo que selló para siempre tus pasos

Imagen: El Piloca II. Isla Negra, Enero 28 de 2015, fotografía del autor.


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