miércoles, 2 de septiembre de 2015

ORBITACIONES INCONCLUSAS


El universo -recitaba el enano como si estuviera en una habitación hexagonal y blanca, acariciando un pelícano atragantado con un salmón coleante- es obra de un dios apresurado y torpe. Maitreya, Severo Sarduy

Un arcángel desvestido entre el púrpura de los lirios canta el Ángelus mientras los escarabajos roen sus huesos descarnados, es el presente hirviendo en el hierro oxidado de la bisagra del tiempo, el pasado son nácares de caracoles vacíos y el futuro es pasto nuevo que apenas se asoma en la tierra húmeda, sin sentido, sin geografía, solo el ulular de esa voz entristecida lamenta el equinoccio que se aproxima subterráneo y fatal. Un cerrojo niega una puerta de antiguas maderas y clavos vencidos por la herrumbre y por la voracidad de las lluvias del destiempo, la melancolía hiere con los últimos desencantos y se sabe que nada volverá a ser lo mismo. Todas eran ella, las que dejaron su impronta como una cicatriz que no duró más de tres días, las que usufructuaron del mito sin entender que no eran ellas sino otro rostro y otro cuerpo imposible tendido en un lecho prohibido, las que no fueron más que siluetas táctiles a ojos cerrados retardando la consumación premonitoria del oráculo tebano, la ceguera como castigo no cumplido y el delirio, el arrebato, el pecado y el infinito camino por las penumbras del deseo, el perfume extraviado de los nardos, la visión irrecuperable, la hendija y la mano, el retorno al útero, el ansioso regreso al seno primordial, la perdida sensación de la convergencia de la boca en el pezón ya imposible, los laberintos que describió el austriaco genial que interpretó los sueños de esa noche, la más oscura que todas. Eras más mía mientras más invierno, ebrio de esperanzas en esos besos tuyos guardados yo sembraba en ti la misma esperanza de estar un día frente a frente, más temprano que tarde, y darnos la mano, mirarnos a los ojos, sonreírnos, mientras bebíamos un café y charlábamos de los asombros de ese día preciso. Me encantaba provocarte emociones, ternuras, amor, celos, furias, odios, deseos, cariños, no importa cuales fueran, solo necesitaba inquietarte, saber que te tocaba, sí, eso... que tocaba esas fibra escondidas, secretas, que ocultas bajo la almohada hasta que apagas la luz y me buscas en la penumbra, cuando dejas de ser la reina de tus lares y eres la doncella soñadora que espera ansiosa y estremecida al demonio inquietante que vendrá a robarte la noche, sí, eso, tocarte... con manos santas y con besitos arrastraditos por tus comarcas como si alguien no existiera y mi tormento tampoco. No sé si será o no, quien sabe lo que pasará mañana si ni siquiera podemos predecir lo que sucederá esta tarde. Solo que el día era muy soleado, primaveral, y de pronto a mediodía en medio del bosque sentí algo, no sé bien qué, como un hálito perfumado, una presencia pequeñita entre el musgo verde y el ocre de las hojas secas y te busqué por todos lados tal como te he buscado en los parques de los sueños, y quise dejar acá escrito a mano trémula el trazado indescifrable de mi búsqueda insensata.

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