jueves, 10 de febrero de 2011

EL SUEÑO DE KASHGAR - VOLANGES

“Podía reconstruir todos los sueños, todos los entre sueños.” Funes el memorioso. Jorge Luis Borges, 1944.

Despierto y veo a mi alrededor solo objetos incomprensibles como si el sueño de mi deambular por el mercado de Kashgar, en el extremo occidental del desierto de Takla Makán y en el corazón de la Ruta de la Seda siguiera sin solución de continuidad entre lo onírico y la vigilia. Veo una tienda de clepsidras desde las más sofisticadas e inentendibles con sus tubos de cristal de color y sus números arábigos, hasta las simples vasijas de arcilla con un orificio y unas marcas desgatadas en su interior. Mas allá una tienda de alquimia con sus retortas y sus pomos de misteriosos polvos y granallas de metales iridiscentes. Hay un vendedor de frutas extrañas, con formas de cráneos o de iguanas, manzanas venenosas y naranjas con pepas de oro y la cáscara exudando pequeños hilillos de sangre verde por los poros ordenados en perfectos meridianos. En una manta sucia y deshilachada hay huesos de Archaeopteryx, que aun conservan fragmentos del plumaje, varios celacantos resecos con los ojos cristalizados en topacio del típico color amarillo-amarronado, y muchos dientes de tiburón de diversos tamaños. Un abisinio tuerto me arrastra hasta un rincón oscuro y de ofrece un libro que lleva escondido en su thawb de algodón raído, es el manuscrito desde el capítulo IX en adelante del Quixote escrito por el mismísimo Cide Hamete Benengeli, lo hojeo y reconozco, como en un sueño donde se es capaz de todo, el estilo de los caracteres arábigos del Cide, el tuerto me lo ofrece en tres monedas de oro, que yo no tengo. Intento un trueque por dos esmeraldas muy puras que truje de contrabando del desierto oriental profundo de Egipto, no muy lejos del Mar Rojo, que habían sido robadas de las minas de Cleopatra. No hubo trato. Volví a las tiendas de la callejuela del mercado tratando de olvidar el manuscrito, y vi colgados una hilera de cuernos de elefantes, de mamuts siberianos, de unicornios marinos y del rinoceronte blanco, y el cuerno ramificado y retorcido del Kirin, el unicornio japonés. De pronto hay un tumulto en la calle del mercado, la gente corre despavorida en todas direcciones, asustado miro de que huyen y alcanzo a reconocer entre la nube de arena los cascos puntiagudos de una horda de tártaros. Siento pánico, ya no sé si estoy despierto o continúo en el sueño del mercado de Kashgar, cierro los ojos entregado a lo que vendrá y veo (leo) nítidamente la introducción de lbeed (i) escrita por Rem de Volanges: La biblioteca en el baño. En el baño se puede: orinar, defecar, tomar una ducha, practicar la masturbación... A mi me gusta leer... por eso puse la biblioteca en el baño. En mis libros encuentro: oxímoron, encuesta, polisemia, sueños, terapia de grupo, picante, enigma, malva, rococó, decadencia, incesto, encaje, asfixia, veneno, amatista, perversión, placer, bisabuelo, escándalo, monarquía, terciopelo, gótico, aborto, sándalo, fragancia, vestuario, deseo, obsesión, antropofagia, tatarabuelo, seda, lentejuela, raso, reencarnación, catástrofe, eutanasia, mitología, aburrimiento, psicoanálisis, lila, alabastro, crimen, fantasía, miriñaque, cadáver exquisito... Vení, te invito a leer y a escribir en el baño. Entonces sé, en el sueño, que todo es un sueño porque estuve leyendo y releyendo ese texto y sentí su barroco estremecido y quise escribir algo que lo incluyera o plagiara y se me ocurrió un texto sobre un sueño que sucediera en un remoto oasis, al borde del desierto del Taklamakán, en la legendaria ciudad de Kashgar, con sus mercados vibrantes, los dédalos de calles que invitan a perderse en sus rincones, sus bazares milenarios, las formas de vida medievales y una inquietante diversidad étnica donde un abásida como yo pudiera pasar sigilosamente inadvertido. Vale.

(i) http://ar.groups.yahoo.com/group/lbeeb/

1 comentario:

  1. Exótico y oriental sueño que me transporta, sin ningún esfuerzo, a alguna callejuela de la legendaria ciudad de Kashgar, cubierta mi cabeza con amplio pañuelo, eso sí, que la visita a este mítico lugar también tiene su precio.

    Entre las joyas de esos abigarrados bazares, sin lugar a dudas me quedo con el manuscrito de Cide Hamente Benengeli, de El Quijote a partir de su capítulo IX. Descubrir sus páginas, sí que sería un fantástico sueño. En cualquier caso, un guiño que me ha parecido maravilloso.

    Tu prosa sí que tiene alquimia y esmeraldas. Puro virtuosismo.
    Sinceramente, un placer inmenso leerte.

    Saludos.

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