miércoles, 28 de marzo de 2012

TARAMBANA DE BURLADERO

Queen. This is the very coinage of your brain: This bodiless creation ecstasy / Is very cunning in.

Hamlet, Prince of Denmark. Act III. Scene III. William Shakespeare, 1601.


La mar de los vientos con su espiral de muerte espontánea desgarrando la magia de los altos alcatraces, con la ignorancia beatifica de los oleajes de bajamar, por el borde del estero que desemboca en la bahía de las pobres palapas de techos tristes de palmas secas, mas allá de las dunas y de los manglares, en el espinazo de dinosaurio de las rocas de las rompientes, con el horizonte del puerto y su grande ancla oxidada durmiendo contra el muro del dique. La luna lava los escarmientos del gozo con su alma de cristal líquido, su calma de lapislázuli acrayolado y su tornasol lunar. Como una fotografía con aroma de mango, con esa quintaesencia de la interzona de moluscos podridos y algas resecas, sibilante, espectral, que por lustros ha guardado la lujuria del instinto y las entrañas con su cacofonía escuálida y los viceversas de los albaricoques en sus epifanías de cetáceos agnósticos. Ajedrea el atlante de estirpe áulica, varano y tuareg en capicúa de cacharrito, desecho en la pleamar agridulce, venerable y unánime en un cosmo arcangélico, criatura indivisible que huele a marea, a vaho unívoco, a guadaña en una torpe claridad clandestina, a una suerte de frío otoño de diamante, a humedad victoriosa. El malabarismo de la escarcha, la sábana con su zancudo y su guayaba madura, del chinchorro para atrapar las medusas de azul de anilina. La encrucijada entre el muérdago y el ingrato duermevela de nácar y negrura, yerro, tamiz, troquelado urdir de la tinta dibujando una canica. El oscuro escándalo, el vaivén de las alas, la entelequia fresca y pectoral del avenate, avena mondada, cocida en agua, y molida a manera de almendrada. Fugacidad retortera, estulticia que tira a la querencia con burdo apasionamiento o la parvedad de mondongo, de mejunje con reputación de cenicero, de tiovivo, de alabarda mellada, de hexámetro incompleto. Duermen las runas de ámbar en la perversa arena repartidas en un destino extraño pero inmenso, antrópico, sin nadir. El alambique de agosto como un amuleto bajo el árbol de jacarandá, embebido de un tinte amarillo, artimaña de limones, con el gorgojeo utópico de la sangre de trementina en un bestiario de bulliciosas cascabeles. La tierna angurria de un zaguán, del picaporte que esconde el quilombo de menta, de colibrí y de campana, sublunar como un fantasma transmarino holgándose del sabor del escabeche en los labios, en el latido de un viajar entre arte y árbol, orbital atrapado por los arbustos y sus magias de cerillas. [sic].


Notita aclaratoria.- “Estamos acostumbrados a dar fin a la locura sepultándola en manicomios sin percatarnos de que ella permite también volar. Su dinámica desfasa permanentemente la realidad hacia otras realidades irreales que como propuestas de mundos posibles se abren para desafiar a las mentes cuerdas de toda estirpe: poetas, psicoanalistas, científicos y la de todo buen samaritano que transite por los múltiples caminos de la esperanza. En esta era neobarroca la locura ha caído en manos transgresoras: la fiesta, el juego, el arte. Con esos medios, algunos locos cuerdos han querido imaginar un mundo y al hacerlo han conseguido crear sentido, recuperando así a la locura de su confinamiento y restituyéndole sus atributos sociales. ¿Casualidad? ¿Premeditación? Nada de eso: destino. Si nuestro tiempo rescata a la locura es porque no encuentra otra opción. Todos encarnamos en alguna medida las formas de enfermedad mental propias de la época y en consecuencia participamos de uno u otro modo de esos mismos males que muchas veces buscamos confinar en el otro. Más aún, al reconocerla como propia, la locura pone en nuestras manos la posibilidad de convertirnos en gestores de subjetividad. Además de la clínica, el sanitarismo, la antropología, la sociología, la filosofía, la historia, componen perspectivas cuyo anudamiento más allá de responder algunas preguntas, abren muchas más y así crean nuevos horizontes cuya exploración lleva a transitar caminos que conducen del libro a la acción.”. (Sinopsis de “Proyecciones sanitarias la salud mental en la era del neobarroco.” Alejandro Kohl, Buenos Aires. Editorial Dunken, 2011.)

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