viernes, 29 de junio de 2012

INICIAL CODIFICADO

Se inicia el día nuevo y entro en el enredado en tus hilos, empapado de tus tinturas y anilinas, envuelto en tus urdimbres como si fuera a vivir en tu telar las doce lentas horas de los caracoles. El día despertó con un sol tímido jugando a las escondidas con nubarrones pintaditos de todos los grises posibles. Se elevó Ra por sobre los montes nevados que cercenan en distancias y alturas la continuidad física entre la hilandera en su telar de asombrosas mandalas y el caracol que escribe sus jeroglíficos con la paciencia de quien posee la equivocada certeza de la inmortalidad. La búsqueda fue abarcando los lugares conocidos, enhebrando la mañana fresca, la tarde ya nublada, y no encontré vestigios de telarañas ni de cordajes de naves encalladas. Ese sol tibio pero brillante postuló inicial una breve opción de pequeña primavera, sin afanes ni persecuciones el día se me ha ido lento, como de modorra, con una inercia de tren sin ventanas, ciego o de túnel cruzando cordilleras. Una inquietante estatua de Anubis en negra obsidiana seguía tus rastros oliendo un perfume de inciensos sin encontrarte en medio de la tarde del sol tibio y brillante. Ahora ya el día ha sido sin caracoles ni hilos dorados, más terrestre y burdo que nunca, entonces debo ir a la noche a buscar tus ojos esmeraldas a tientas en oscuridad y secreto, sin saber si los encontraré o si ya están cristalizados en la memoria, inertes, ausentes, hendiendo el ocaso de nostalgia con la pequeña tragedia de su desengaño. Asumo que sabes que se cerraron como los pétalos de una flor vencida las lentas doce hora de los caracoles, y han vuelto a los humedales de sus madrigueras subterráneas un poco mas sabios, un poco menos vivos, dejando escritas sus desesperaciones en el ceremonial de sus senderos de plata. Y pensar que hubo cierto día con sus noches en que la obsidiana de tus ojos sajaba dulcemente la piel del anfibio enclaustrado con el terror de su virginal pureza volcánica mientras una variedad verde del berilo confundía a la victima ya embrujada. Lo sé por propia desesperación y desamparo. De aromas a xocolatl, de espirales multicolores y de un raro barroco exquisito se va hundiendo la tarde de un día que se inició en mi extraña codificación y termina en tu boca con el sabor achocolatado arrinconando la noche entre sabores desperdigados por los recuerdos y las bruscas ansiedades de la perdida.

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