martes, 16 de octubre de 2012

LA ROSA ALCANZADA


Sin tocarnos las manos, viviendo apenas el roce leve de los labios en las bocas que se besan también sin tocarse, urgidos en la penumbra buscándonos ciegos y sedientos sobre las sabanas de la noche incendiada, así fue el insomnio de los cuerpos enredados en el designio feroz de la distancia. Y fuiste rosa desnudada pétalo a pétalo con la delicadeza de antiguo jardinero, y bebí en ti el dulce néctar nocturno de tu saliva, mientras dormías, y entre pistilo y estambres hice fruto y semilla de tu ansiedad y mi celo, me fui sembrando las dunas de tus senos, sin tocarlos, solo en la caricia del sueño instaurado, me fui arando tierno, sigiloso, hacia el trópico perfumado de ti que habita en el vértice de tus muslos, hacia ese húmedo sur de mi desespero, sin tocar el tibio cuenco de tu vientre, sin anegar de besos tu ombligo, hasta el borde del abismo donde crecen las oscuras orquídeas del deseo. Duermes, yace tu cuerpo entre mis brazos ilusorios, las sabanas no cubren lo que imaginan mis ojos de fauno voyerista, duermes indefensa y expuesta a este sol que acá amanece, me envuelvo en el vaho de tu piel dormida mientras espero ser el agua tibia que escurrirá por los valles y las colinas de tus íntimos territorios, duermes sutilmente provocadora, duermes incitando a los pecados de palabra, obra y pensamiento, yo pecador, duermes como te sueño, soñándome ahí atrapado entre tus piernas, enredado en tu pelo ensortijado, aferrado a la mullida suavidad de tus pechos. Duermes en el sopor de mi calida cercanía, en la impúdica desnudez de mis deseos, en la misma perturbadora posición en que hipnotizado te espío. Ah maldita! sientes mis babas calientes derramadas en tu piel, yo caracol deslizándome por tu pubis entre la tierna selva de tus vellos, reptando denso y adherido en tu carne trémula, bebiendo de ti. Sí, única, ahí mi lengua enjugará el néctar recorriendo el breve campo de olorosas y pequeñas hierbas como un sediento caracol. Jardinero voy a tu rosa oliendo el jazmín de tu deseo florecido, la acecho y la alcanzo con mi turgente capullo en desatada consumación, y ahí soy el macho niño incestuoso que busca tu cuerpo materno para polinizarlo con la hirviente rabia de mi soledad y ser otra vez en ti embrión que nace y renace de entre tus muslos sin querer abandonar nunca ese húmedo venusterio floral. Vale.

2 comentarios:

  1. Señor Banda:esto,leido con mis oidos musicales es la mas grandiosa sinfonia que he escuchado.

    Hilda Breer

    ResponderEliminar
  2. La maravilla del hombre cuando sabe recorrer los trechos, los rincones.Ponerlo en palabras es otro arte y usted lo hace magnífico.

    ResponderEliminar