domingo, 3 de febrero de 2013

CONSTATACIONES SINONIMICAS

Elí, Elí, ¿lama sabactani?
Mateo 27:46

Sobre los escombros, entre la espuma y los vientos, o en los aledaños de los bosques encantados, siempre buscando esa revelación insensata, la epifanía que ha de resolver el misterio del Universo, explicar el sinsentido del vivir, confirmar la certeza de la ausencia de un Dios. Lo rasgado en el templo aquella tarde aciaga, la inepta exploración por justificar el dolor, el sufrimiento, la humillación, sin los alamares del incienso ni la torpeza de un alguien que rige este caos incomprensible. Quemar la indumentaria grotesca de los equivocados y los ilusos, de los ignorantes y los ingenuos, la farsa de los augurios de alcantarilla, y la decadente promesa de un paraíso inexistente, todo en un solo destello de verdad última antes de hundirnos en la dicha serena de la desaparición sin retorno. Sobre los despojos, entre la efervescencia y las galernas, o en los confines de las arboledas embrujadas siempre demandando esa manifestación desatinada, el fenómeno que ha de desatar el secreto del Cosmos, aclarar el absurdo del existir, ratificar la convicción de la inexistencia de una Deidad. Lo desgarrado en el santuario aquella funesta hora nona, la incapaz indagación por acreditar el tormento, el desconsuelo, la degradación, sin los fastos del humo sagrado ni la ineptitud de un ente que gobierna este revoltijo ininteligible. Calcinar la vestidura bufona de los errados y los cándidos, de los incultos y los simples, la tramoya de las profecías de cloaca, y la menguada oferta de un edén ilusorio, todo en un solo resplandor de evidencia definitiva antes de sumergirnos en la sosegada complacencia de la extinción sin regreso. Sobre los desechos, entre la baba y las ráfagas, o en las cercanías de los boscajes hechizados, siempre indagando por esa intuición alocada, el descubrimiento que ha de solucionar el enigma del Todo, justificar el vacío del ser, corroborar la veracidad de la imposibilidad de un Creador. Lo rajado en la sinagoga aquel entre mediodía y atardecer infausto, la desmañada búsqueda por validar el suplicio, la amargura, la ignominia, sin los adornos del sahumerio ni la incapacidad de una entelequia que tutela este fárrago inexplicable. Carbonizar el ropaje ridículo de los desorientados y los insensatos, de los iletrados y los incautos, la comedia de las predicciones de albañal, y el menoscabado compromiso de un nirvana inconcebible, todo en un solo centelleo de certidumbre concluyente antes de sumirnos en el tranquilo contento de la evanescencia sin reanudación. Vale.


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