jueves, 26 de septiembre de 2013

EN HABITAR TU OLVIDO


Sé que ya me disolviste en tu olvido, me negaste la sal y el agua, me dejaste abandonado en tu orilla, entre los juncales de la ciénaga grande de tu vida, en medio de las arenas aun tibias del desierto desesperado de tu imagen, de tu nombre, de tu presencia inconstante que se derramaba por los días donde habitaba un amar de minúsculas, ahora lo sé, que se parecía al paraíso en sus esencias establecidas, en sus dulces frutos prohibidos, en la serpiente de la tentación que nos acechaba voluptuosa entre la orquídeas y las flores de mayo. Sé que ahora mismo soy apenas el húmedo relente de tus noches en calma, que me pensarás como un difunto o una estatua, que ya no poseo rostro en tu memoria, que mi nombre se te confunde con otros de tu pasado antiguo, reciente y futuro, en ese espacio vacío, sin tiempo, del antes y el después de mí. Siento mi omisión lapidaría de tus atardeceres despiadados, de tus noches sin luna, de tus mañanas por los humedales de los flamencos, las aningas y los ibis, de los manatíes y los aligátores, de los mediodías aletargados por ese trópico ardiente que arde incombustible en tu piel deseada. Vivo en dolorosa carne viva este pleno abandono sin evocación ni reminiscencia, sin ecos, visiones o epifanías, con desamparo de naufrago de horizontes vacíos, vivo el destierro de tus ojos y el exilio de tu verbo con la mirada perdida en esos mismos horizontes vacíos. Busco en tu silencio de tumba abandonada el origen del derrumbe de lo sueños construidos en la vigencia de ese ahora marchito amar con mayúsculas, excavo tus mitologías, tus ritos, tus ceremonias buscando los hilos que me lleven a entender o explicar la hondura del destiempo. Y nada. Hay ansiedades socavadas por la espera, vestigios tibios, deseos latentes y huellas frescas, pero no la presencia ni la cercanía que cruzaban las estaciones y los años, nuestros. Examino acucioso el mapa de tus rumbos, de tus territorios, de tus sombras, para saber donde te extraviaste, en que bifurcación equivocaste el camino sin vuelta y desapareciste para siempre de los campos de verde grama y aguas frescas donde los potros salvajes te miraban asustado desde el lejos de tu infancia. Y nada. Sé donde no encontrarte, en qué lugares no habitas, por qué parque no caminas o en qué horas no existes o desapareces, las inminencias no suceden, los presagios no se cumplen, es simplemente el olvido.

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