jueves, 9 de enero de 2014

DESERTICA (Segunda versión)


Fue tu cumpleaños y yo andaba tascando las alturas de un desierto encarnecido en su mudez de tumba ancha y profunda, desolada. Buscando tu voz milenaria ocluida bajo las piedras estériles calcinadas por las ráfagas de los soles iniciales, bajo los negros peñascos de hematitas bruñidas por los vientos enseñoreados en esas soledades petrificadas, en los fragmentos minerales poseedores de todos los matices del verde de los cobres dormidos, en los susurros y crujidos de una geología secreta. Fui escarbando las arenas ferríferas, las gravas limosas, las sales y los clastos de cantos angulosos, el caliche que cementaba los márgenes de tus ojos, para acunarte en la ceremonia de una muerte instantánea y pétrea, de un desaparecer en los arenales confundidos, en las arqueologías de cántaros y sílices enterradas de los conchales y en la frescura de las cuevas habitadas ahora por los jotes y los culpeos. Iba mezclando los rojizos alterados y los café tierra escaldada, el púrpura lejano, el amarillo dunal y los ocres intermitentes, intentando en vano alcanzar a recuperar el color sagrado de tu tez que se me iba descolorando en los espejismos de esa geografía sin ti. Cumplía así el designio de llevarte traerte allá aquí en el lugar de los chañares (Geoffroea decorticans [i]) desaparecidos mientras tu festejabas otro año sucedido entre los muchos que espero te deparó el destino para que yo viniera a cumplir en ti el misterio de la esplendorosa culminación. Y en la noche abajo en la orilla marina de finas arenas de cuarzos y espumas te busqué en el calor húmedo que escanciaban las horas hasta que cantaron los inconcebibles gallos madrugadores repartidos por esas callejuelas abandonadas de pueblo fantasma y el faro proyectaba contra las pendientes de los cerros rocosos sus hélices de luz para guiar los barcos metaleros en la oscuridad marina que dejaste estancada cuando bajaste los párpados vencida por el sueño de un desierto de minerales y de grandes aves negras que vuelan lentas, cansinas y siniestras siguiendo sus círculos eternos para escribir este texto sin comas ni puntos en los todos los idiomas del desespero. Porque toda cercanía es renovación, un rito de rejuvenecimiento, una ansiedad nueva de volver a ser en un dios imperfecto y un animal perfecto, a la vez coincidentes y confrontados en la magia terrestre del hechizo solar y el embrujo lunar, todo en un solo lugar entregado a los designios de los deseos que pediste sigilosa al apagar las muchas velitas de colores, espero.


(i) Ó Lucuma spinosa de Molina.

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