sábado, 21 de junio de 2014

DETENTO UN NOMBRE


Ya ves que va la luna en su menguante amenazado, y las calles están llenas de escombros, y el atardecer no derrama sus perennes arreboles. Que crece el mugo devorando las ruinas de los templos, que la bruma de los insomnios acontece en las esquinas de los faroles apagados, que un salto de agua violeta perfora los asfaltos percolados en sus arenas iniciales. La noche se dramatiza en esta boca de invierno, discurre o difumina, se encasta derrotada aun solemne y arcaica en sus vetustas estribaciones, crea dípticos o trilogías, reinventa sagas y secuelas, describe con minuciosa inutilidad universos cerrados y caóticos, mistifica las pasiones y desarraiga los mitos de amor enternecido. Algunos objetos, un alambique y una clepsidra, la bitácora del exilio y la tenue luminosidad a barlovento, el púrpura de unas serranías o las comarcas de los aguaceros, buscan sin lograrlo incrustarse en la memoria demasiado cansada. Se distrae el nocturno ensimismado, se perciben ajenas lontananzas, un indigno fervor se declara nacarado como una medusa de terciopelo en sus arcanas luminiscencias, un sabor a antiguas aguardientes desata la memoria de un brasero allá en la infancia de las dalias y el ciruelo. La conciencia de un tiempo perpetuo, de incansable repetición y libre de las devastaciones del olvido concurre entre escarchas y crisálidas en el rasgado crepúsculo que se enceguece en su propia pesadumbre. Ya ves que va la luna atrasada en su creciente enturbiada por las aves y los pordioseros, que en sórdidas evocaciones de vierte luz pálida mortuoria sobre las troqueladas silueta de los árboles dormidos. Un preludio de nostalgias amenaza con quedarse en su murmullo melancólico como un canto triste de amor pagano o como un conjuro o una blasfemia que se desgrana arrastrada por el oleaje de una playa pedregosa. Los afectos decantan en los reflejos invisibles escondidos en los azogues, en las semillas de desquicios y unívocas contumacias, soterrados quebrantos que habitan en los estremecimientos que nos agreden cuando nos miramos temerosos en las lunas de los  espejos. Yo bosquejo un nombre con las minucias de su desaparición inminente, y por lo mismo provocadora e invocante en su vertiginosidad desafiante, pero su brevedad innombrable se me oculta detrás de las estatuas, bajo los escaños anochecidos, en el reflejo lunar del estanque de los peces silenciosos, en el zureo nocturno de las palomas, en los jardines de rosales y magnolias. La nombro y es como una liberación absoluta, de una poesía profunda, extrema y hermosa, como si alcanzara una revelación sublime, más allá de las metáforas y de las imágenes.

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