sábado, 3 de abril de 2010

COMPOSICION ASTRAL

Para Modesto, y sus artes de colores.

Todo fue por instantes verdes, rojos, anaranjados, marrones, ocres y amarillos, hasta en algún rincón siniestro donde fue negro. Se encendía el atardecer hundiéndose en las llamaradas de nubes cirros, cúmulos, nimbostratos vestidos como en un carnaval veneciano de verdes reflejando la grama que es agua y algas microscópicas o pasto o maleza, que allá arriba, muy altas verdean en especulares verdores, sobre los amarillos intensos, dorados oros y anaranjados, fuegos, llamas, que calcinan los arbustos inmóviles, resecos, cardos, otoños petrificados, muertos, solitarios y trágicos como aquella jirafa daliniana. Matorrales escuálidos que huyen en fila hacia el horizonte que se difumina en un marrón verdoso como un musgo que vive de la noche. Estilizados siluros cruzan a mediocielo escapando hacia el verde imposible. Un siniestro cúmulo rojinegro que agazapado se escurre a flor de tierra ha carbonizados a los que no alcanzaron a elevarse y mañana serán lluvias de las aguas de la ciénaga donde nacieron destinados a esta muerte crepuscular. Lluvias de las que beberán los llanos pastos esmeralda cristalizados como una escarcha viva que contradice el volcán desatado del crepúsculo retorcido. Entre verde y verde negros, marrones, rojos y rojizos, anaranjados, dorados, amarillos, amarillos al borde mismo del blanco. Eso es todo, pastos, arbustos, nubes, desparpajo de luz y colores de fuegos torturados, pero no hay siquiera un pedacito de cielo azul ni un charquito de agua que lo repita a veces estático, a veces fluctuante, para que en la noche se llene de impávidas estrellas.

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