viernes, 17 de diciembre de 2010

DESESPERACIONES

Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico, son desesperaciones aparentes y consuelos secretos. Nueva refutación del tiempo. Jorge Luis Borges, 1952.

Desesperaciones, lúgubres silencios, estatuas mudas en medio de los estropicios de día y los sacrilegios de la noche. La búsqueda de un rostro en las santerías y en los medanos donde los pájaros sangran. Desesperaciones y ansiedades. El catastro de los miedos con sus oscuridades de menguante, sus engendros cavilando en el terror de las ciénagas. Ambigüedades de la construcción y desconstrucción de la noche en sus insomnios y vigilias, en sus sueños barrocos y sus pesadillas góticas. Disectar la nocturnicidad, desagregar las sombras callejeras, las penumbras de la celda y la vacua concavidad del lecho. Cribar las negras arenas nocturnas del tiempo ensimismado para separar constelaciones de osamentas, las cegaduras de amianto del ladrido de los perros furiosos del desencanto. Desesperaciones, oquedades y urgencias. Visiones de salamandras del fragmento recursivo que muele y muele para apartarse del molino del desvelo, somnolencias de los guijarros del miedo, hasta oír el crujido de jarcias, el flameo del velamen, el chirrido del cabestrante cuando levanta el ancla enmohecida para ir a naufragar contra la escollera de la madrugada incipiente. Desesperaciones e impaciencias incrustadas en los objetos disgregados, en los seres desvaídos que cercan los muros o sus escombros. El día haciéndose agua, sal y ceniza bajo un sol perpetuo que reverbera en la pulida superficie de un alfanje lunar. Espejismo, traiciones, honduras inútiles. Pasos, tumultos, antropofagias de lobos hambrientos, sedimentos entristecidos, dunas de cuarzos ocultando los templos destruidos a arqueologías secretas. Desesperaciones pervertidas de serpientes, de huríes y eunucos, amparos y fugas. Cerrazones de poliedros, incertezas y dubitaciones que habitan las perfidias, las lejanías, la falacias. Piedras y humo. Espículas de poríferos, espumas foraminíferas, botroides de malaquita, singladuras de barcos extraviados. El escándalo del enrojecido poniente reflejado en el espejo de agua de la albufera con su brebaje de malaria y de dengue y el zumbido incesante de estilizados zancudos. Desesperaciones tantálicas, angustias, soledades, la eterna melancolía que destilan los almendros de las lluvias o los sauces nocturnos. Escarmientos incrustados en los huesos, en las uñas, en los dientes, en el sopor de una tarde de parsimonias y desolaciones, de argumentos y tentativas. El relente de la noche condensado en los vidrios del ventanal, empavonándolos con su vaho siniestro, mientras se derrumban las certezas atrapadas a lo largo del día. Desesperaciones y negaciones del mismo color amarillo brillante y nacarado de los cristales de arsénico. Desesperaciones ocluidas en negras malaquitas botroidales. Vale.

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