domingo, 6 de marzo de 2011

VISITANTES

Pequeños espantos, depredaciones, monstruosas larvas subterráneas de escarabajos. El escarabajo enjoyado verde iridiscente, y su exoesqueleto de células hexagonales, como moléculas en un cristal líquido nemático quiral, que solo de se ve verde cuando recibe luz no polarizada. Las conchas globulosas y helicoidales vacías de los caracoles muertos. Con su color pardo con tonalidades grisáceas y cinco marcas estriadas pardas decayendo lentamente al vil blanco del carbonato meteorizado. Borrándose, diluyéndose, volviendo a ser nada. Polvo al polvo. Las filas multitudinarias de hormigas siguiendo el rastro de una química feromonica, sinuosas líneas cuyos lustrosos e infinitos puntos marrones pertenecen a una recóndita geometría instintiva. Los zumbidos de abejas y avispas en sus vuelos misteriosos según sus propios mapas solares o sus magnetismos ancestrales. Los breves homicidios sagrados de las mantis, y las horrorosas momificaciones en vivo de las arañas. Las orugas masticando y masticando defendidas por sus colores, pelos, apéndices o componentes deletéreos. Hasta ser crisálida dormida en su capullo y morir, disolverse y renacer en la perfecta replica de sus ancestros multicolores. Los pequeñísimos pulgones verdes, amarillos o negros, ápteros o alados, y sus estacionales perversiones partenogénicas. Las heterónimas mariquitas; mariquitillas, chinitas, catarinas, sarantontones, vaquitas de San Antonio o vaquitas de San Antón, pretendiendo satánicas toxicidades en sus vivos colores aposemáticos, brillantes rojos, naranjas y amarillos, estampados de lunares negros. El pololo común de coloración anaranjada que lleva en su espalda la negra cruz de Caravaca, lento, torpe, primaveral polinizador vicioso. Burdos moscardones anaranjados y negros que cruzan las tardes con torpeza de gigantes lerdos. Libélulas con sus grandes ojos alienígenos, joyas depredadoras, raudas sílfides de alas transparentes revoloteando sobre estanques, charcos, y ciénagas para incrustar en esas aguas los huevos de los que nacerán sus ninfas feroces y hambrientas. Larvas de la muerte sumergidas que surgirán como voraces ángeles celestes, amarillos, fucsias, rojos y anaranjados, turquesas, grises y negros, azules y verdes, y rosados, de grandes alas de primitivas nervaduras reticuladas. Y en las oscuridades húmedas las asquerosas cucarachas, omnívoros indiantres espolvoreando sus alergógenos del asma. Chanchitos de tierra, grillos y tijeretas escondidos bajo sus templos de piedras u hojas otoñales, gorgojos taladradores destruyendo con parsimonia elemental los altos árboles orgullosos, moscas y abejorros volando en aparentes rutas caóticas. Mientras el pececillo de plata, lepisma de la harina o del azúcar, con el brillo gris metálico de sus escamas plateadas y su estirpe de cuatrocientos millones de años espera la noche en recónditas grietas invisibles. Arriba, en el aire inmóvil, aletean mariposas, perfecciones del arte de la naturaleza, poseedoras de todos los colores posibles, tornasolados e iridiscentes, sedosos y aterciopelados, fantasías oníricas de dioses delirantes, artesanías de orfebres ebrios, pruebas irrefutables de que la belleza también existe por mera evolución a través de procesos estocásticos o aleatorios. En fin, alhajas inalcanzables y engendros inimaginables, habitantes de un mundo paralelo, ajeno, donde solo somos efímeros visitantes asombrados. Vale.

No hay comentarios:

Publicar un comentario