Hay una densidad posible, una incerteza delicada como una bruma, una turbación de garúa que viene de allá del fondo mas profundo de los recuerdos como la camanchaca que se extendía en blancos mantos en ese desierto de cobres y salitres donde los soles tenían un sopor de distancias, de abandonos, de intervalo temporal y áureo destierro. Territorio que ocupó tu imagen ocultando la raíz del sueño desolado. Territorio que ocupó tu imagen y que aun recorro en los rojos tristes de la tarde. Territorio que ocupó tu imagen donde solo fragmentos te recuerdan. Territorio que ocupó tu imagen, hoy lugar ávido de memorias extenuantes. Territorio que ocupó tu imagen y ahora muerta llanura de la ausencia. Territorio que ocupó tu imagen, arrasado por multitudes sin rostro. Territorio que ocupó tu imagen, aquellos hoy vacíos territorios que ocupó un día inundando tu imagen. Territorios que ocupo tu imagen. Territorios, fronteras, abismos y ondulaciones de tu cuerpo bajo el designio, túmulo, tumulto, llanuras desoladas, colinas con el perlescente sudor oloroso de ti, en su alquimia o hechizo, dulce narcótico esparcido por la caricia, el roce, el restrego de la piel por la piel. Territorios. Dunas, desfiladeros abrumados de vértigo, de suspiros, de quejidos desde el fondo hundido, percolado por sus propias vertientes, cauce, surco, hendidura, cárcava, sima cárstica, hondura donde surgen las lavas quemando, ardiendo en su ansiedad litológica, en su imperio de piedra porosa, en la matriz de oscuros sílices, en la profunda cristalización de los volcanes ciegos. Cima basáltica, protuberancias, territorios de vastas arenas solares, medanos, montañas escindidas, quebradas de aguas y rodados, estepas, riscos. Territorios, pedregales desamparados, glaciares socavando las sales de tus vapores secretos, de las humedades aconchadas en las oquedades eólicas de tu cuerpo, territorio, saciado. Rocas, cascajo, arcillas. Territorios vedados a las simientes, a los estragos del curso de los ríos del tiempo, a las lentas sombras que giran atadas a solsticios y equinoccios. Escondrijos, grietas, breves territorios de bestias amansadas y ángeles arrepentidos. Comarcas donde habitas los fríos ponzoñosos de tu majestuoso silencio. Terrenos congelados, con pastizales fósiles, selvas carbonizadas, tundra, convocaciones. Dominios muertos, resecos, sedientos sedimentos en la sequía de un desierto mudo y ajado. Parajes contenidos entre tus dedos, bajo tus uñas, envueltos en tus parpados de vidrios volcánicos. Continentes arrasados por las lluvias de tus líquidos vestigios. Señoríos donde tu imagen campea sobre los cadáveres de los demonios vencidos. Intimas posesiones.
Fotografía: Volcán Poruña, Calama, Chile.
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