Fueron los caracoles embrujados los que tañeron la cítara del patriarca copto de Alejandría. Aquella citará de madera de olivo de Jerusalém y veintiocho cuerdas de plata en la que Antón Karas compuso e interpretó el tema de El tercer hombre, una de las composiciones escritas originalmente para cítara más famosas de todos los tiempos. Entorchados carnavalescos, hégiras, diásporas, éxodos. Un rosario de madreperla desgastado por las manos trémulas de un cardenal desahuciado. El funeral de Nepento, lúgubre marcha de siniestros tránsfugas por las callejuelas inmundas y malolientes de Mumbai. Siguen la cureña una hilera de fantasmas traposos entre los que se distinguen el tricornio verdeamárelo del Marquês de Sardas, las alas desplumadas del Arcángel Nonato, los cuernos despuntados del Fauno del Entramado, el sombrero jipijapa del Conde del Medioevo, y el yelmo abollado del Caballero Templario, sombras, meros reflejos de sus glorias, asaltos y seducciones. Un jurungadero de prostitutas al benjuí y chulos colorinches va en tumulto y jolgorio detrás de las oscuras y dolientes siluetas. Remata la fila un patético payaso enano vestido de Emperador de Cathay. En lontananza se yergue una estatua tan alta que el rostro siempre esta oculto por el polvo rojo del siroco, y nadie sabe si es una loba, una virgen, una joven inocente, una mujer con su orquídea expuesta, la ninfa del secreto jaguar, una madre paciente y ansiosa o la hembra de las mil facetas, todas en celo y dispuestas para el Gran Embaucador. La balalaika del Zhivago que Maurice Jarre dibujo sobre una nieve eterna en el recuerdo de un cabello azabache como ala de cuervo y una boca que no fue y unos ojos que quizás no existieron más que en la soledad declarada de un hombre que no se atrevió. Caracoles azules de babas magenta, lirios amarillos, turquesas desvaídas de un cyan casi transparente. Limaduras de especularita en los parpados sagrados de la diosa incesante. Paramos. La eternidad atrapada en una antigua botella de vidrio amatista como un herbario de mandrágoras, de albahacas, de euphorbias y de cilantros. Alguien huye para siempre sin saber de qué por las oscuras cloacas de Berlín. Alguien sueña con dolor infinito una Lara perdida en las calles de Moscú. Alguien se queda hasta el fin de los tiempos detenido en Santiago (ensangrentada) de Nueva Extremadura, en un internado de estudiantes regido por silenciosas monjas con una sala muy alta donde ella vivía esa precisa primavera. Las hermosas cápsulas marrón barnizado del Castaño de Indias. Vale.
Referencias musicales:
Banda sonora de “El tercer hombre”, Anton Karas, 1949.
Tema de Lara. Maurice Jarre, 1965.
Yo pisaré las calles nuevamente. Pablo Milanés, 1974.
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