jueves, 30 de junio de 2011

DESCONSTRUCCION DE LA MEMORIA

(A partir del poema “De sus ojos ornados de arenas vítreas” de Coral Bracho)

Desde el jardín del opio y las espigas de amianto, la tersura del único pétalo y la terquedad del molino sediento. La tierra con sus sulfuros profundos, las raíces de la adormidera rasgando las milenarias escamas de los celacantos dormidos. Las aguas subterráneas que inundan los acuíferos confabulados con las marismas, los humedales, los sagrados cañaverales donde incuban las aves peregrinas. Los pájaros enterrados en las arenas calcáreas regurgitando los alevines de los monstruosos esturiones hundidos. Los pequeños soles del invierno, esas esferas anaranjadas de ácida cáscara con sus poros estrellados entre el verde crepúsculo de las perfumadas hojas de naranjo instalado en el mestizaje incestuoso del aguacate fallecido y la zarzamora que medio sobrevive en su escondido rincón penitenciario. El osario bajo el olivo guardando el óleo de siete otoños extraviados, y la laja de caliza donde están escritos los siete verbos secretos que explican o definen la inutilidad conceptual del todo Universo. La mazorca perdida con los granos de maíz antes que fuera el maíz, choclo, millo o elote, del orgulloso inca y del sangriento azteca. Las larvas ciegas y las mórbidas lombrices horadando el suelo en sus drenajes orgánicos, en sus filtraciones sobre el estiércol y las emanaciones de los miasmas pestíferos. El vórtice donde el tiempo se traga las horas, los días, los años, segundo a segundo en una conflagración de minutos que se fragmentan o astillan contra la torva circunstancia o el breve detalle. Y es una guirnalda de iridiscentes colores que gira sobre si misma absorbiendo los relojes, las clepsidras, los astrolabios y los sextantes. Toda una astronomía de bronces perplejos, minuteros y números, líquidos y granos que fluyen, caen, se derriten en la vacuidad inasible del transcurso sin tregua del aquí-ahora. Las parcas destilan el opio del espanto en la sagrada alquitara del derruido templo del silencio. Y el amapolario con las cenizas de las flores de las innumerables variedades de amapola. Allí están descritos los tintes del blanco al rosado y del rojo al púrpura, y también el solitario amarillo de cuatro pétalos, que poseen o detentan el misterio del color de los sueños olvidados en los sumideros, en las ánforas, en las cárcavas que dejan los inviernos y en las grietas de la cal de los solsticios. La espiga, la mazorca, el tiempo, la amapola y la caliza, las naranjas, los pájaros y los sulfuros, la alquitara y el estiércol y las grietas en la cal de los solsticios. En la cal de los solsticios. En la cal viva de los ardientes solsticios. Vale.


Referencia esencial:

DE SUS OJOS ORNADOS DE ARENAS VITREAS

Coral Bracho *


Desde la exhalación de estos peces de mármol;

desde la suavidad sedosa

de sus cantos,

de sus ojos ornados

de arenas vítreas,

la quietud de los templos y los jardines

(en sus sombras de acanto, en las piedras

que tocan y reblandecen)

han abierto sus lechos,

han fundado sus cauces

bajo las hojas tibias de los almendros.

Dicen del tacto

de sus destellos,

de los juegos tranquilos que deslizan al borde,

a la orilla lenta de los ocasos.

De sus labios de hielo.

Ojos de piedras finas.

De la espuma que arrojan, del aroma que vierten

(En los atrios: las velas, los amarantos.)

sobre el ara lebísima de las siembras.

(Desde el templo:

el perfume de las espigas,

las escamas,

los ciervos. Dicen de sus reflejos.)

En las noches,

el mármol frágil de su silencio,

el preciado tatuaje, los trazos limpios

(han ahogado la luz

a la orilla; en la arena)

sobre la imagen tersa,

sobre la ofrenda inmóvil

de las praderas.

* Ciudad de México, 22 de mayo de 1951. Su poesía se enmarca dentro del estilo neobarroco latinoamericano.


Imagen: “Soles de invierno”. Fotografía del autor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario