miércoles, 20 de julio de 2011

CIENOS DE AMAPOLAS

El anillo sumergido en la ciénaga de los caimanes, hundido en las arcillas más primitivas de la cuenca que desaguaba los Andes nevados y vertía sus aguas congeladas en la mar habitada de pingüinos y lobos marinos. La esmeralda engastada entre sus estambres de platino relumbraba más abajo del nado sigiloso de los pargos plateado rosáceos y los nerviosos zigzags de las pirañas de vientre anaranjado. Ababa, ababaol, ababol, ababol común, ababolera, ababoles, abibola, abibollí, adormidera silvestre, albohol, amapol, amapola, amapola común, amapola de cuatro hojas, amapola mestiza, amapola morada, amapola real, amapolas, amapola silvestre. La paulatina concertación de dioses instaurados, sátrapas y eunucos, rostros áureos tallados en rocas imperturbables, con los ojos vaciados y en las bocas la sonrisa búdica, complaciente, de los que han alcanzado el nirvana, libres tanto del sufrimiento como del ciclo de miserables renacimientos. Su brillo verde de infinitos vidrios astillados se apagaba brusco cuando el fango primordial era revuelto por la avidez de un bagre de boca ancha y cuerpo serpentario. Las raíces de los mangles en su laberinto ensortijado formaban un castillo gótico de demasiadas columnas deformadas sobre la joya y su esplendor metálico y cristalino. Casi transparentes cardúmenes de alevines hacían de huidizas nubes en ese cielo acuoso. Amapoles, amapol fino, amapolo, anapol, anapola, anapola real, anapoles, apajico, arabol, arapoles, arebol, babaol, beril, cacarequec, cararequec, cascall salvatje, cascojo, coquerecoc, flor de lobo, fraile, frailes, fraile y gallo, gallo, gallos, gamapola, ganapola. Solo uno de los rostros de piedra totémica yace boca al cielo, como sediento de todas las lluvias o embobado por la caricia dulce y maternal de un sol parpadeante, tibio y delicado. Cirros fantasmales de iban y volvían en miríadas perlescentes que cambiaban de rumbo con la instantaneidad del pánico y el azar caótico de la huida del inevitable, veloz y filoso predador invisible. Arriba cruzaban los cortejos fúnebres de troncos y hojas muertas, de camalotes y restos de animales carcomidos por las pirañas. Hamapola, hanapola, loraguillo, mapol, mapola, mapolas, mapoles, mapoula, maripola, mayandero, monaguillo, monja, pamplosa, papoila, papola, papoula, peperepep, perigallo, pipirigallo, pipiripip, pirigallo, polla, pollo, quequerequec, quicaraquic, rosella, rosello, rosillas, yerba-viento. Un camino irregular, fluctuante, de pequeñitas hormigas rosadas lo cruza como una cicatriz reciente. Refulgen las pardo negruzcas micas del granito batolitito y las oquedades de los ojos desiertos miran sin mirar un cielo de un índigo majestuoso. Por sobre la esmeralda hundida y bajo los dioses dormidos, las amapolas labran el estío hundiendo sus raíces en su propio cieno. Vale.

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