domingo, 5 de enero de 2014

QUEBRADURAS


«Pero, la mariposa estaba allí. Sentí sus piernas de hilos, sus brazos de hilos, su enorme manta de gasa que me arropó.» Los papeles salvajes, Marosa di Giorgio.

El hecho es simple, baladí, habrá dicho algún viejo poeta ciego, se quiebra un vaso, la mano de la doncella acosada por las hordas de sus demonios lo pasa a llevar y cae encima del pie de una lámpara de pie, el vaso quebrado por la lámpara, los cristales afilados, brillantes como hermosas joyas tajantes, diamantes en bruto derramados en la mullida alfombra persa, sus destellos acerados por la amarillenta y densa luz de la tarde. Los fragmentos de vidrios muertos, esparcidos en un azar discontinuado, aquello no debía suceder, no ahí, en esa casona insegura donde la soledad deambula desnuda por los quicios de las puertas, los alfeizares de los ventanales y los junquillos del piso de terracota vidriada, donde las mariposas salvajes penetran bulliciosas y desordenadas por los intersticios invisibles de los muros en una algarabía de colores de acuarela o de anilina, dejan un extraño estremecimiento en al aire azogado contenido en los espejos y resecan el hechizo lunar de la sal de mar escondida en los saleros de porcelana. Cascajos de iridiscencias tornasoladas, perlaciones concoidales vibrando en el sopor del estío macerado por la hora quieta, agazapada esperando la frescura del atardecer, trozos transparentes, filosos como los dientes de la serpiente del paradiso, como el feroz aleteo de un arcángel atrapado en una travesía por el inferno de los traidores. Se abren las rosas entumecidas envidiosas de los fulgores de la sílice fundida en los fuegos de las antiguas cristalerías medievales, suspenden sus perfumes funerarios abatidas por los matices resplandecidos de los prismas deformados que desde el piso descomponen la tenue luz del silencio en las turbias coloraciones de pequeños arcoiris. La coreografía es perfecta, como en un óleo renacentista, el vaso estrellado, la lámpara impasible, la doncella sorprendida, la rosas urdiendo sus venganzas florales, la soledad detenida en los espejos, la sal confundida con su mar cristalizado y las mariposas inmóviles en un ayer coagulado. De fondo las paredes con sus cuadros de cetrerías y retratos de sonrosadas damas sonrientes, el ventanal que da a un desolado jardín que ya nadie riega. Todo acontece en un instante infinitesimal, los trozos y las astillas del cristal ciego recién inician su dispersión en el piso cuando las rosas ya comienzan de dejar caer sus pétalos mustios y ajados sobre la misma alfombra mientras las mariposas se suicidan ocultas entre las páginas de los libros y la doncella mira asombrada al arcángel que se va haciendo transparente hasta confundirse con los fragmentos de vidrios muertos. Vale.

1 comentario:

  1. Prosa exquisita derivada de un simple hecho. Un vaso que se rompe y el poeta aprovecha la situación para escribir una prosa adjetivada, barroca, plena de imágenes. Me fascinó.

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