Te vas por sobre las huellas de anónimas
pisadas en las grises arenas, a contraluz siempre en un atardecer que te
persigue como un perro abandonado, en silueta contra el bruñido oleaje de un
mar sereno que refulge en sus tenebrosos laberintos abismales. Alguien camina
allá atrás buscando caracolas o algas o simplemente el silencio adormecido del
oleaje sin atreverse a acercarse para no ser atrapado en el aura de misterio
que te asilueta en el aterido paisaje de esa playa de poetas. Una línea
algodonosa de nubes te corona como una guirnalda de un blanco alejado en su
brumosidad continua de lejanas lluvias por venir, el horizonte es marino y
terrestre, bífido o bifurcado, dividido por ti en sus ambivalencias somnolientas,
el caserío y los arbustos, la mar desplegada en ese límite que la separa del
azul gris tristón de un cielo confuso en el que tu rostro es una penumbra
hierática que no sonríe. Quietos observan en el borde del acantilado de
arcaicos estratos geológicos los altos copaos (Eulychinia acida) que esperan la cercana primavera acumulando sus
savias para amanecer en sus blancas floraciones, los cuarzos y las micas
incrustados en las foliaciones gris plateadas de las micacitas y los esquistos
azules, los mínimos circones de los granitos devónicos, y los oscuros granates
del atávico imaginario fetichista, el pasto verdeando, las areniscas amarillas
y el bordados de las albas espumas. De pie como una esfinge tallada en un
roquerío de arcaicas rompientes que surge desde las profundidades metamórficas
como feroz inquisidora, sin peces ni gaviotas, sin la sal de los espantos ni el
sosiego de las altas mareas, ahí, solemne y soberana con tus manos modeladas en
la greda elemental del secano costero. Se te nombra en susurros escondidos bajo
apercibimiento de proceder en rebeldía, se te evoca mirando nostálgica las
luces lejos de los barcos imaginarios atracados en el nocturno cristal de tu
ventana, se te escribe con letra pequeñita y tinta desvaída, se te dibuja sin
sombra en los antiguos palimpsestos donde fuiste paloma de altos vuelos
inconclusos, se te busca en los abandonados santuarios del desencanto, en los
templos donde se profanaron las estatuas de los dioses insensibles que
invocaron los cantos del amor extraviado. Te vas incautando los plenilunios, las
bajamares y las pleamares, desatando las oscuras gravitaciones que llevas
tatuadas en los sortilegios de tu voz concebida sin pecado en tus hechizos
lunares y solo dejas un reguero triste de arenas muertas porque hoy es viernes
y lloverá mañana.
viernes, 22 de agosto de 2014
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