viernes, 22 de agosto de 2014

IMAGO DE LA ESFINGE DEL PEQUEÑO BOSQUE


Te vas por sobre las huellas de anónimas pisadas en las grises arenas, a contraluz siempre en un atardecer que te persigue como un perro abandonado, en silueta contra el bruñido oleaje de un mar sereno que refulge en sus tenebrosos laberintos abismales. Alguien camina allá atrás buscando caracolas o algas o simplemente el silencio adormecido del oleaje sin atreverse a acercarse para no ser atrapado en el aura de misterio que te asilueta en el aterido paisaje de esa playa de poetas. Una línea algodonosa de nubes te corona como una guirnalda de un blanco alejado en su brumosidad continua de lejanas lluvias por venir, el horizonte es marino y terrestre, bífido o bifurcado, dividido por ti en sus ambivalencias somnolientas, el caserío y los arbustos, la mar desplegada en ese límite que la separa del azul gris tristón de un cielo confuso en el que tu rostro es una penumbra hierática que no sonríe. Quietos observan en el borde del acantilado de arcaicos estratos geológicos los altos copaos (Eulychinia acida) que esperan la cercana primavera acumulando sus savias para amanecer en sus blancas floraciones, los cuarzos y las micas incrustados en las foliaciones gris plateadas de las micacitas y los esquistos azules, los mínimos circones de los granitos devónicos, y los oscuros granates del atávico imaginario fetichista, el pasto verdeando, las areniscas amarillas y el bordados de las albas espumas. De pie como una esfinge tallada en un roquerío de arcaicas rompientes que surge desde las profundidades metamórficas como feroz inquisidora, sin peces ni gaviotas, sin la sal de los espantos ni el sosiego de las altas mareas, ahí, solemne y soberana con tus manos modeladas en la greda elemental del secano costero. Se te nombra en susurros escondidos bajo apercibimiento de proceder en rebeldía, se te evoca mirando nostálgica las luces lejos de los barcos imaginarios atracados en el nocturno cristal de tu ventana, se te escribe con letra pequeñita y tinta desvaída, se te dibuja sin sombra en los antiguos palimpsestos donde fuiste paloma de altos vuelos inconclusos, se te busca en los abandonados santuarios del desencanto, en los templos donde se profanaron las estatuas de los dioses insensibles que invocaron los cantos del amor extraviado. Te vas incautando los plenilunios, las bajamares y las pleamares, desatando las oscuras gravitaciones que llevas tatuadas en los sortilegios de tu voz concebida sin pecado en tus hechizos lunares y solo dejas un reguero triste de arenas muertas porque hoy es viernes y lloverá mañana.


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