martes, 27 de octubre de 2015

AQUÍ LA SOMBRA


Las palabras son armas que, al dispararse, dibujan la frontera entre lo que existe y lo que no existe porque simplemente no puede nombrarse. Ludwig Wittgenstein

Aquí la sombra de los palquis sobre el estanque, la quietud de su espejo que refleja cielo y follaje, nubes navegantes y pájaros inquietos, mientras los carassius deformes nadan en un agua lenta y transparente, la tarde se abre a las angustias del ocaso antes que los grillos y las orugas se encierren en sus oquedades vegetales, un desborde de arcángeles iluminados pero ciegos inician la solemne ceremonia del destierro. Aquí la sombra de los ojos que no te vieron enmudece para que no se borre tu silueta entre las ramas de las lilas, porque eres en todos los delirios, en la tierra aun húmeda de invierno, en los perfumes esparcidos de la acuciante primavera, eres en la tierna monotonía de las lluvias otoñales y en los amarillos pastos que cierran el estío. Aquí la sombra que se sumerge en los ecos de otras voces innumerables, la plenitud del recuerdo que acontece como si fue ayer que se oyeron en sus susurros perdidos en la vastedad de ese yermo de piedras y rostros sin solución de continuidad, palabras que equivocaron la noche del asedio, imágenes enterradas en las arenas tristes de las memorias incrustadas entre blancas espumas de un mar verdiazul y líticos púrpuras lejanos. Aquí la sombra donde encallan tus naufragios, el rito y la servidumbre, los últimos equinoccios que urdieron tus manos en su llaneza esquiva, el eclipse sustentado en la sugerente ambigüedad de tus párpados, la mañana del día siguiente donde siempre no estabas, no eras, no existías sino en la laxa nostalgia de la penumbra de la víspera o en la percepción inolvidable de ti en esa esquina atardecida con tu vestido de estampado cachemir en verde azul violeta con sus gotas de agua curvadas sobre las sensuales curvas de tu cuerpo. Aquí la sombra que invade el silencio, tu silencio, como un oleaje devastador que rompe los muros y los barcos, como un viento telúrico de origen y retorno, de albas entumecidas sobre los musgos y los trigales, de escarchas y hielos, de la medianoche en que descubrimos el fuego y ardimos ensimismados, solitarios y ausentes en el estiaje de lo que habíamos sido, invisibles a los otros y al azogue. Aquí la sombra lunar que definen los rosales buscando el dibujo de tu boca trazado a besos sobre mis labios. Aquí la sombra solar en su nítido contraste que te infiere entre la duda y la certeza de que nunca estarás.


No hay comentarios:

Publicar un comentario