martes, 6 de octubre de 2015

INCONEXIONES Y SOMNOLENCIAS


¿Qué voz hizo que te replegaras al silencio?

En singular reconstruyo los cristales de todos tus plurales, por ellos divago en la vastedad solemne de tu recuerdo, cuarzos amatistas, nocturnas obsidianas, los difusos atardeceres que solía encontrar en las ágatas o en las hojas otoñales o en ciertas piedras pulidas por los vientos del desierto. Discrepo con la concreta realidad de tu ausencia y me vuelvo a enamorar de tus ojos, no de tu silencio, como si cada tarde fuera la misma de los borrados pergaminos, de la ventolera que te despeinaba o del último laberinto, y en esa evocación constante voy trazando tus rasgos en el polvo lunar que opaca los claros vidrios de los ventanales para recuperarte perpetua e intensa, y ese silencio tuyo se disuelva en la sal de la espera como el rumor de un mar lejano. Y si no, igual te voy a encantar con mis palabras, a cautivar con el eco de mi voz inesperada, a rescatar desde ti esa dimensión más profunda de ti misma y que aun no escribes en tu cuaderno de secretos, hasta que un día, hacia la noche renazcas desde la más cercana de las distancias y te despliegues lúcida y evanescente, sutil e imaginaria en las memorias de las rosas. Entonces te besaría en los parques imposibles de nuestras juventudes, te enamoraría con sonetos de Neruda, te regalaría hojas del otoño y alas de mariposas de la primavera, piedrecillas de colores lavadas por las lluvias del invierno, y los nácares de las playas del estío, para cumplir en ti el rito esencial de las estaciones. Sé que llegará el instante en el que ese silencio de esfinge me deje socavar tus ternuras para soñarte niña persiguiendo otras mariposas, y si me alcanza sueño, para perseguirte por tu adolescencia allá por donde te ibas a leer poemas buscando los avatares de tu futuro en los versos de los destierros, o mejor aun, soñarte en ese sueño aun más imposible, en ese de encontrarnos en el sueño de las infancias en el mismo patio donde tú y yo jamás jugamos. Muchas veces te observo de espaldas, porque ahora de frente eres ya de alguien, yo llegué muy tarde a tus comarcas así que eres mía solo de lejos, clandestinamente, desde atrás iluminada por un quieto halo romántico. Me recuerdas a esas compañeras de universidad que yo miraba tímido y silencioso de lejos, nunca de frente, y de las que me enamoraba a morir hasta que aparecía otra... y así sucesivamente. Y así te sigo viendo joven, veinteañera, tan frágil, tan tierna, tan dulce, leyendo ensimismada en un escaño de una plaza solitaria de tu siempre otoño, y me acerco cauto con la intención de rozar apenas tu pelo ensortijado, y nunca lo logro porque otra voz hizo que te replegaras al silencio.


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