miércoles, 4 de abril de 2012

NADA EN SUS RETRATOS

“Qu'est-ce donc qui me trouble, et qu'est-ce que j'attends?”. L'inquiétude. Madame Marceline Desbordes-Valmore, 1822.

“Ayy me privo yo misma porque creo que mi piel no debe estar como yo quiero echar a volar mi piel no solo como en mi sueño no creo que me gustara también quiero solo quedar como un dulce recuerdo.”. Mademoiselle Nada, casi dos siglos después.

Va un beso para que se te vuele la tristeza de tu rostro pensativo de libélula atrapada, de mariposa incipiente, de esfinge en medio de un desierto de arenas oscuras, de medusa abandonada, se huyan de ti las penitas que tintinean en tu alma y amanezca en tus ojos con amaneceres de mares antiguos donde los piratas saqueen la naves de tus desengaños y se roben los tesoros de tu boca sin besos. Y es que ayer se me vinieron de pronto cercanos al crepúsculo tus rostros repetidos en tu tierna soledad, en la dulce calma de tu melancolía y tu tristeza, en el más puro desamparo. Y entre el negro de tu pelo y el borde negro de tu escote tus labios sonreían. Al fin una sonrisa, tenue brevedad de tu boca, me dice que vuelas sobre siemprevivas y magnolias, si hasta tus ojos sonríen con tus íntimas iridiscencias. Y vi que se te vienen los soles con la dulzura de una apacible vendimia, y vi que serás niña para siempre como en estos tus retratos. Y sentí que se me escapa el tiempo, es enemigo formidable, para alcanzar a susurrarte el poema quince o el es olvido mientras caminamos de la mano como adolescentes en pecado por esa plaza de pérgolas y faroles coloniales que nunca conoceré. Me preguntas si tomaría el riesgo de verte frente a frente. Verás, imagino un diálogo de intensidades entre miradas y voces, viviendo de memoria ese en face à face, confirmando la cercanía que ambos (creo) hemos vivido y sentido durante tantos años. Sería vivir un poquito la intermitente poesía que nos ha unido. Se está iniciando el otoño, bonita época para vivir tal delirio. Será niña y musa a las cuatro de la tarde de algún lugar donde tú digas y será como un reencuentro, como si esos momentos ya los hubiéramos habitado, y nuestras miradas revivirán las semillas latentes de las inminencias dormidas en los secretos entresijos de los invencibles entresueños. Verás, que más podría darte que palabras, lindas y poéticas palabras, que más que romper el cristal de lo que tú llamas timidez y yo percibo como tristeza. Conversar de nuestra imposibilidad, de nuestros espejismos, de la cómplice poesía. Aunque sé (sabemos) que podríamos estar horas en silencio mirándonos a los ojos, sin que el día se derrumbe sobre los parques ni la lluvia acuda a tu tristeza. Ahora te pregunto; tomarías tú el riesgo?. Pensándolo bien quizás todo esto sean solo las errancias de mis abandonos en áureo desespero, y estoy imaginando tus retratos tal como imaginé la plaza de escaños y glorietas alineadas y antiguos faroles, o poseí la visión (de seguro imaginada) de esa sonrisa evanescente en tu boca encendida. Por lo pronto, te va un beso de cariño, con la lejana ternura de un príncipe imposible.


Instancias poéticas citadas.-

Poema 15.

Pablo Neruda, 1924.


Me gustas cuando callas porque estás como ausente,

y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.

Parece que los ojos se te hubieran volado

y parece que un beso te cerrara la boca.


Como todas las cosas están llenas de mi alma

emerges de las cosas, llena del alma mía.

Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,

y te pareces a la palabra melancolía.


Me gustas cuando callas y estás como distante.

Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.

Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:

déjame que me calle con el silencio tuyo.


Déjame que te hable también con tu silencio

claro como una lámpara, simple como un anillo.

Eres como la noche, callada y constelada.

Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.


Me gustas cuando callas porque estás como ausente.

Distante y dolorosa como si hubieras muerto.

Una palabra entonces, una sonrisa bastan.

Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.



Es Olvido

Nicanor Parra, 1954.


Juro que no recuerdo ni su nombre,

Mas moriré llamándola María,

No por simple capricho de poeta:

Por su aspecto de plaza de provincia.

¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,

Ella una joven pálida y sombría.

Al volver una tarde del Liceo

Supe de la su muerte inmerecida,

Nueva que me causó tal desengaño

Que derramé una lágrima al oírla.

Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!

Y eso que soy persona de energía.

Si he de conceder crédito a lo dicho

Por la gente que trajo la noticia

Debo creer, sin vacilar un punto,

Que murió con mi nombre en las pupilas.

Hecho que me sorprende, porque nunca

Fue para mí otra cosa que una amiga.

Nunca tuve con ella más que simples

Relaciones de estricta cortesía,

Nada más que palabras y palabras

Y una que otra mención de golondrinas.

La conocí en mi pueblo (de mi pueblo

Sólo queda un puñado de cenizas),

Pero jamás vi en ella otro destino

Que el de una joven triste y pensativa

Tanto fue así que hasta llegué a tratarla

Con el celeste nombre de María,

Circunstancia que prueba claramente

La exactitud central de mi doctrina.

Puede ser que una vez la haya besado,

¡Quién es el que no besa a sus amigas!

Pero tened presente que lo hice

Sin darme cuenta bien de lo que hacía.

No negaré, eso sí, que me gustaba

Su inmaterial y vaga compañía

Que era como el espíritu sereno

Que a las flores domésticas anima.

Yo no puedo ocultar de ningún modo

La importancia que tuvo su sonrisa

Ni desvirtuar el favorable influjo

Que hasta en las mismas piedras ejercía.

Agreguemos, aún, que de la noche

Fueron sus ojos fuente fidedigna.

Mas, a pesar de todo, es necesario

Que comprendan que yo no la quería

Sino con ese vago sentimiento

Con que a un pariente enfermo se designa.

Sin embargo sucede, sin embargo,

Lo que a esta fecha aún me maravilla,

Ese inaudito y singular ejemplo

De morir con mi nombre en las pupilas,

Ella, múltiple rosa inmaculada,

Ella que era una lámpara legítima.

Tiene razón, mucha razón, la gente

Que se pasa quejando noche y día

De que el mundo traidor en que vivimos

Vale menos que rueda detenida:

Mucho más honorable es una tumba,

Vale más una hoja enmohecida.

Nada es verdad, aquí nada perdura,

Ni el color del cristal con que se mira.


Hoy es un día azul de primavera,

Creo que moriré de poesía,

De esa famosa joven melancólica

No recuerdo ni el nombre que tenía.

Sólo sé que pasó por este mundo

Como una paloma fugitiva:

La olvidé sin quererlo, lentamente,

Como todas las cosas de la vida.


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