martes, 1 de octubre de 2013

BUSCANDOLA


“la memoria de una mujer que lo ha abandonado
hace ya tantos años
que hoy puede recordarla sin amargura,”
Alguien. J.L.Borges

Salí a buscarla sin conocer por donde ni por cuando, desplegué el velamen bajo los vientos de su rostro fijando rumbo a su boca y fui así dibujando el mapa de aquellos derroteros que me fijaron las misteriosas corrientes oceánicas del azar y del instinto. Visité la isla del anillo de una perla y del reloj en su muñeca del último roce del amor vencido. Deambulé desde el acacio de los besos adolescentes hasta el lugar donde estuvo el salón de la niña de los tules. Divisé la playa del carbón donde un lanchón recostado en grises arenas detentaba un nombre escrito de mi puño y letra borrándose. La esperé sin esperanza a la salida de un teatro de neones y espejos y en la orilla de un parque en invierno con los vidrios empañados. Miré las olas de las noctilucas, las penumbras bajo los añosos árboles de la espera y miré el mar de las luces lejos y barcos quietos en la rada frente a los ocres y púrpuras distantes que sobrevolaban las gaviotas adormecidas y las hileras de pelícanos. Aceché con nostalgia en un muelle de pescadores donde la ternura era soleada en un diurno que se pareció a una breve felicidad. Me detuve por horas en la esquina donde se disolvió un atardecer sin pena ni gloria. Caminé por las calles ilusorias que rodean una infinita catedral inconclusa, y también la grama y los manglares de un trópico censurado. Recorrí las sabanas y los llanos inundados de las anacondas, el salto de agua y los lirios de agua. Anduve por las callecitas esas y por las estaciones atestadas de gentes que no miraban un río de aguas zainas y lentos camalotes. Esperé por ella en un escaño rodeado de jacarandaes, de verde pasto, del tumulto de estudiantes y oficinistas. Peregriné por todas las plazas de todas las ciudades donde viví buscando en el entorno de sus fuentes de agua, sus estatuas y sus otoños. Vagué como un explorador extraviado por las cercanas campiñas de la nada y por los lejanos territorios sin nombre y sin recuerdos, por mares siempre nocturnos y por calles vacías siempre en crepúsculo, esperé iluso o equivocado en muchas esquinas, cuartos ajenos y lechos olvidados, en muchos rostros difusos, ojos tristes o manos de uñas pintadas, y nunca fue o estuvo, en ningún lugar, en ningún día, atardecer o noche. Quizá era imaginaria, virtual, esencialmente imposible, como si la hubiera creado a mi modo en la hondura de mi soledad vagabunda con las arcillas perpetuas de la tierra madre.

3 comentarios:

  1. Exquisito texto Fernán, se lee lento de melancolía contagiosa , dulcemente triste. Gracias.

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  2. Un mundo indreible de sueños que siempre pueden cumplirse....

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  3. Un viaje en el tiempo donde la nostalgia va de la mano con los recuerdos más hermosos y entrañables de alguien que tan sólo habita ya en la imaginación. Hermoso!!

    Saludos!!

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