Atrévete, busca en los socavones de tus húmedas pesadillas las huellas de tus demonios, las marcas de garras en los muros, el lenguaje de la sal apelmazada en las grietas, el resplandor imposible de las luciérnagas subterráneas. Abre las jaulas de los pájaros de las fantasías escondidas y los sueños estremecidos, deja que rompan con sus vuelos las telarañas del miedo, los líquenes colgantes donde anidan brillantes y coloridos insectos, las raíces de las orquídeas epifitas que perfuman las penumbras de tus ojos y los zarcillos de las viñas donde haces la vendimia del insomnio. Navega en las espumas de los rompientes de todos los mares que circundan las islas de tus fugas y regresos. Indaga en las palabras enterradas en el jardín donde sabes las instancias del rocío y de las libélulas por los códigos perdidos. Atrévete a abrir, a navegar, a indagar, a buscar las luces y las sombras, los monumentos derrumbados de tus memorias, las estatuas blancas en mármol que soportan las fuentes de las aguas que cantan los zumbidos de las abejas. Cataloga los fragmentos de los fósiles abandonados y las ruinas de un pasado equivoco que poseen las claves de tus destierros. Urge tus imaginarios para desenterrar los mapas de tu infancia, las cartas astrales de tu adolescencia y los geoglifos de tu vida incesante. Desguaza tus naves naufragadas, destruye los templos con sus ídolos y sus vitrales, borra las pisadas ajenas en las arcillas de tus recuerdos y escribe en otro idioma todas tus biografías. Cataloga y urge, desentierra o desguaza, destruye y borra, pero siempre con el verbo atrevido como una azada o una guadaña. Desata ese cúmulo de palabras entrelazadas para que digan lo que no dicen, y aten y desaten esa luz violeta dorada que fosforece en el oleaje de tu nocturno marino. Explora en las charcas de los bivalvos, de los caracoles de agua y los peces atrapados, por las icnitas de los dinosaurios que pisaron el barro primordial. Decanta los sedimentos, imagina los plegamientos terrestres y la erosión de los antiguos parajes que miraste asombrada una tarde con el ocaso acechando. Excava las tumbas abandonadas, atrévete a hundir tus manos en el vocabulario de los reptiles, descifra el rastro de tus propios pasos en las arenas del tiempo. Desata, explora y decanta. Imagina. Excava, hunde o descifra los signos, los símbolos, las imágenes que acuden a ti como ebrios dragones. Solo atrévete. Vale.
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