Volverás a un sitio eriazo de grandes y amarillas flores de zapallo y de los pálidos amarillos de los yuyos, abandonado a los juegos de otros niños y los volantines que anunciaban primavera. Desde ese lugar entrarás en los felices tiempos atesorados en esa única fotografía de blancos, negros y grises, con la jaula de los conejos y un irreconocible horizonte sin esquinas ni casas ni gentes. Entonces volverás a una plaza en ese ayer solitaria, silvestre, con su imponente encina y sus bellotas pequeñas de brillante color madera. Y abajo a ras de tierra agazapados los rosados alfilerillos (i). Debieron haber dientes de león, senecios y corrihuela, y bolsita del pastor (ii) con sus corazoncitos aplastados surgiendo tímidos de las florcitas blancas con pequeñas líneas rojizas, pero lo que aun persiste en la visión atemporal de aquellas maravillas son esos misteriosos relojitos vegetales. Y en la plaza verás a la abuela cortando esos rosetones terrestres y verdes para los conejos que tu memoria no guardó encandilada por las infinitas exploraciones de un niño ante el Universo del jardín y las calles polvorientas de una patria antigua, y el asombro de los remotos recovecos de los viajes a la Virgen del Pilar, alta dama enquistada en la evocación de una infancia eterna y consagrada. Todo era verde entonces, Dios tenía Cielo y el ciruelo florecía. Volverás después a esa plaza adolescente de verde grama, pasto tierno, a la sombra y agua mansa, a jugar partidas de axedrez y ver pasar las vírgenes intocables. Cruzaras un día esa misma plaza sin glorieta ni flores de la mano de la maga en el esplendor de sus buenos años. Todo era azul entonces, oscuro en el terciopelo de la noche y brillante en el mar pétreo de Isla Negra. Se te cerró una puerta, se alzó un muro, solo quedan la encina, la alta dama coronada y para siempre la dulce cercanía de la maga. No volviste nunca a cortar hierba para los conejos, a ver las flores amarillas de zapallo o a oler la fresca noche bajo el ciruelo. Aun de vez en cuando ves senecios y corrihuela con la nostalgia declarada, y las bolsitas de pastor con que juega tu nieta son hoy por hoy venerables recurrencias del pasado. A esa plaza de la abuela y las bellotas ya no volverás más que de paso, rodeándola vertiginoso en estos tus años de desamparo, en un ahora destinado a la soledad, a la torpe negación y a una ensimismada renunciación que desgasta o degrada. Todo es gris ahora, la pena que emborrona los recuerdos y la turbiedad borrosa del olvido. Vale.
Notas botánicas.-
(i) Erodium cicutarium. Aguja de pastor, aguja de vaquero, aguja española, agujas, agujas de pastor, agujas de vaquero, agujas españolas, agujón, alfelitero, alfiler, alfiler de cigüeña, alfileres, alfileres de cigüeña, alfileres de pastor, alfilericos, alfilerillo, alfilerillo de pastor, alfilerillos, alfileritos, alfilerón, alfilerones, alfileta, alfileteros, alfinelera, cabeza de pájaro, cigüeña, cigüeñuelo, espetones, fileres, hierba de la coralina, mata de alfileres, peine de bruja, peine de brujas, peine de Venus, perejilón, picocigüeña, pico de cigüeña , picos de cigüeña, reloj, relojes, relojicos, relojito, relojitos, tenedores, tintones, yerba de la coralina, zapaticos de la Virgen.
(ii) Capsella bursa-pastoris. Bolsa del pastor, bolsa de pastor, botella, botilla, cucliyo, devanaera, devanaeras, herba dos dentes, hierba del cangrejo, hierba del carbonero, jamargo, jaramago, jaramago blanco, jarilla, mostaza, mostaza salvaje, mostuezo, pajito blanco, pamplinas, pan de pastor, pan de queso, paniquesillo, paniqueso, panquesillo, pan y lechuga, panyquesillo, pan y quesillo, pan y quesito, pan y quesito blanco, pan y queso, pata de gallo, pimpájaros, quesillos, rabanete, rabaniza, sanguinaria, zurrón, zurrón de pastor.
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