viernes, 9 de septiembre de 2011

CADENCIA DE AMANTES MADUROS

Cómo hablar del amor y de los que se aman sin parecer cursi?. Luis Castellanos (i)

El roce de una piel entristecida, cadencias. Arpegios desolados de una música antigua, perdida. Trémulas caricias, ritmos y estremecimientos de una sinfonía secreta. La intimidad, la cercanía, el sosiego de una tarde. La sensualidad de una respiración tan cerca que quema el incienso del aliento. Que arde en los poros abiertos, en las cicatrices, en el boato de la noche que se viene. Soñadores negados, sacrílegos. Vértice, convergencia, simbiosis. Vórtice donde las manos asumen las turbulencias del deseo. Sima. Faro, túmulo, campanario, minarete donde el muecín llama a profanas oraciones. Cima. Piel contra piel ensimismadas en una disonancia compartida. Bocas en sus hambres arcaicas, en la sed de besos, de mordiscos, de lenguas trabadas en un juego de salivas, dientes salvajes rebuscándose, encendidos. Un lecho que es finas arenas, mullidas gramas, suaves sedas de celestinas mariposas. Los cuerpos en arcos y tensiones, reptando por un calido desierto de suaves dunas de sedas. El contacto de una piel entumecida, cadencias. Un obituario con rostro de doncella triste, con ojos turbios de mancebo de mirada lasciva. Las exequias, las mascaras funerarias, los cálices y el aroma del sudor que perlaba una frente, perfumes vagabundos sumergidos en el vaho de una ávida profanación. Flores aprisionadas en un libro como una mariposa cristalizada sin memoria ni vuelo. El tacto de una piel estremecida, cadencias. Alta cúpula con amaneceres y crepúsculos donde las gaviotas y los albatros juegan una voluptuosa danza babilónica. Penumbras de tragacanto, densidad, espesura, consistencia de cuerpos embebidos en sus propios licores, brebajes orgiásticos destilados de hondas ternuras. Vendimia clandestina de oros y cristales. Blasfemos, apostatas envilecidos. Laberinto de impúdicas lombrices, doradas simientes retorcidas, coloides cuajados, dulzuras de una tarde con el sol detrás de los cortinajes en un atardecer de azafrán y magnolios. Territorios demarcados en mullida alfombra, copas vacías, almohadones, dulces silencios impuestos por un dedo en los labios. Desconciertos. Vértigos de acantilados, continuos fragmentos de un éxtasis inefable, osarios florecidos por las aguas salobres de la breve castidad sometida. Afanes. Mordidas estridencias, susurros. Incautaciones. La intensa percepción del espanto del dolor de la pérdida. Astrágalos, rotulas e isquios, xifoides, hioides y vómeres, metacarpianos, nudos o mástiles, soterrados trebejos de un axedrez de un solo escaque. Veneraciones. Serena permanencia de una cauta tibieza. Herejes, excomulgados perjuros. Sátiro impaciente y altanera meretriz, amantes furiosos ante el vitriolo de la oscura mancebía y el desolado concubinato. Denso y lento frote de piel sobre piel en la sagrada cadencia nocturna. Habitantes indolentes de aquel ardiente y cotidiano paraíso. Vale.

(i) http://reflexionesdiarias.wordpress.com/

1 comentario:

  1. hermosas divagaciones, casi brisas que rozan ese sentir tan temido como es el amor....maduro y profundo............

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