viernes, 15 de octubre de 2010

CINEGETICA LACERTIDA

Ululan espantosas mariposas transparentes con sus probóscides venenosas enroscadas dispuestas a inocular su ponzoña primaveral en los inquietos lagartos variegados de rojo escandaloso y cruel amarillo. Con sus seis pequeños tarsos se aferran a las rugosidades de la escamosa piel de los reptiles tanteando con su espiritrompa extendida entre las escamas hasta encontrar una grieta, un intersticio por donde clavar su filoso seudoaguijón. Y ahí permanecen por horas, absolutamente quietas, a la espera de poder regurgitar una gota de néctar mezclado con sus venenosos jugos gástricos. En tanto en el aire amodorrado zumban los monótonos contrabajos alados de un caótico enjambre de abejorros de cristal esmerilado color negro, y bandas amarillas, blancas o anaranjadas, con el imperioso instinto de buscar floripondios y pasionarias en el jardín de amapolas rojas donde yacen las aguas muertas del estanque de nenúfares y jacintos de agua. La música, siempre la música, se escurre entre la transparencia vitriólica de las mariposas, se desliza agazapada a ras de tierra bajo los vientres variegados de los lagartos envenenados, fluye tintineando en los huecos estremecidos de lo abejorros vitrificados desafinando las cuerdas más graves de los bajos, burbujea rozando el espejo intacto del estanque como el surco en el aire que dejan las libélulas ebrias del estiaje. Saltan ágiles y devoradores los lagartos, contorsionándose en el afán insaciable de capturar los matapiojos de grandes alas tornasoladas, se escabullen, reptan, acechan crispados y vistosos en sus rojos y amarillos, variegados, mimetizados entre las flores de los tréboles. La música rasga con filo de violín el contorno de las alas de las mariposas, aserrándolas una y otra vez, haciendo desprender pequeños trozos transparentes que caen sobres las brillantes hojas de nenúfares y jacintos de agua como una lluvia de estrellas microscópicas o el confeti del carnaval de las hormigas sacramentales sobre un terrón de azúcar. Con el atardecer, todo tiende a desvanecerse; lepidópteros, lacértidos, himenópteros, odonatos y ormícidos, o a confundirse en la profusión vegetal de una extravagante jungla jardinal de solanáceas, passifloras, papaveráceas, ninfeáceas, eichhornias, y trifoliums florecidos, sólo la música, siempre la música, permanece titilando hasta que anochece. Vale.


No hay comentarios:

Publicar un comentario