domingo, 24 de octubre de 2010

JARDIN

Amapolas tristes y rosas violentas en un jardín abandonado a las ortigas y a las malezas, territorio de dientes de león y correhuela, de chamicos, alfilerillos y senecios, solar de dalias y azucenas estremecidas. Rompehielos patibularios sobre el alfanje filoso de la luna nueva, vestigios de una albura estridente en el ciruelo florecido en alto velamen perfumado navegando al centro de toda la noche enmudecida. Entre las piedras, lombrices, zánganos imperturbables e inútiles, isópodos rastrojeando en los rincones húmedos y umbríos del desamparo. Ababoles rojos con sus opios dormidos, campos feraces de adormideras, zumos papaveráceos, nirvana de amapolas o de luna reflejada en crisálidas o crisantemos. Testimonios de un verdiazul irrecuperable. Abajadero por donde escurre del tiempo, las estaciones, los desolados plenilunios. Ahora es sólo la probabilidad de presencia en una región delimitada del espacio que propuso Schrödinger con una melancolía de aguacero en una cabaña deshabitada de rústicos tablones más al sur aun del desespero, sin paso por el río y su crecida de aguas turbias y troncos semisumergidos. Dominios de zinnias, imperios de alelíes, paraísos de antirrhinums, costanera fresca de las calas, anchas hojas muy verdes, alba flor y espiga amarilla. Arriba clarines, abajo pensamientos, a media altura siemprevivas. Jardín de amarantas y estramonios invadido de ortigas, cicutas e hinojos insurrectos.

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