miércoles, 30 de junio de 2010

FRACTALES

El gusto neobarroco por el monstruo no deforme o multiforme, sino informe, amorfo, metaforiza y metaboliza la violencia cultural de todo proceso. (i)


Amanece. Sobre un fondo de negro terciopelo surgen bellísimos y extraños objetos que parecen geométricos pero son demasiado irregulares para ser descritos por la geometría euclidiana, la hiperbólica, la elíptica o la riemanniana, maravillosos y misteriosos brotes de perfectos helechos desenrollándose en su silencioso crecimiento circinado de los frondes, de los megafilos de prefoliación circinada, desplegándose como atardeceres tormentosos, como lentos e infinitos en numero y extensión reptiles desflecados y multicolores, un tumulto retorcido pero perfectamente intrincado de serpientes en celo, de larvas revolcándose sobre un cadáver putrefacto, de lombrices fornicando en el humus bajo la lluvia, de espirales curvándose sobre si mismas pero sin alcanzar nunca su sumidero, su atractor extraño. Allí están como en una jungla lluviosa el grafo de la función de Weierstrass, el copo de nieve y la curva del dragón de Koch, el triangulo y la alfombra de Sierpinski, el conjunto de Mandelbrot y los conjuntos de Julia, el polvo de Cantor, la curva de Peano, y la esponja de Menger, el sustancia bifurcacional de Lyapunov junto al movimiento browniano y el vuelo de Lévy, también algunos dibujos de Escher, porque el arte describe los sueños y las pesadillas con la siniestra perfección de la naturaleza, las matemáticas o la filosofía. Surgen las formas de las nubes, las siluetas de los cordones de montañas, el sistema circulatorio, las líneas costeras y los copos de nieve, el brócoli, la coliflor y la cáscara-armadura de la piña, el intrincado ramaje de un árbol, la traza luminosa de un relámpago, la vistosa cola del pavo real, las helicoidales cámaras internas de la caparazón del nautilus, la cubierta calcárea del erizo de mar, las nervaduras de las hojas de las dicotiledóneas, los deltas de los grandes ríos, los sistemas radiculares, las escamas de un pez, una red hidrográfica, la tela de una araña y las intersecciones visibles en los élitros de un insecto, la red de canales de Marte tristemente imaginada por Lowel, las retracciones del barro seco, las trizaduras invisibles de la porcelana tras ser esmaltada, las sendas trazadas en el suelo por las hormigas, los oleajes vistos desde los acantilados, los cristales maclados de la aragonita, la fluorita, la selenita, la cianita y la barita, del cuarzo tibetano y los cristales de la moldavita y las tectitas, también las perfecciones subterráneas de las estalagmitas y las estalactitas. Cada figura, dibujo, superficie o cuerpo posee infinitos detalles a cualquier escala de observación, son autosimilares, exacta, aproximada o estadísticamente, pueden definirse mediante un simple algoritmo recursivo aunque su dimensión de Hausdorff-Besicovitch es estrictamente mayor que su dimensión topológica. En verdad su dimensión no es un número entero sino un número generalmente irracional. Y siguen y siguen naciendo y creciendo, desarrollándose a partir de una figura-semilla inicial, sobre la que crecen series de sencillas construcciones geométricas. El día llegará en que ocupen todo el universo, porque este amanecer continuo de infinitos tintes y formas no tiene dimensión temporal y todo sucede como en un Aleph. Y es que esta selva otoñal chestertoniana (ii) de innumerables y anónimos colores, parece pertenecer a aquel mundo de David Hume, que es tal vez el bosquejo rudimentario de algún dios infantil, que lo abandonó a medio hacer, avergonzado de su ejecución deficiente; es obra de un dios subalterno, de quien los dioses superiores se burlan; es la confusa producción de una divinidad decrépita y jubilada, que ya se ha muerto (iii). Alguien, transparente e innombrable, cree reconocer por entre las enmarañadas figuras la sonrisa irónica de monsieur Henri Poincaré. Vale.


Notas bibliograficas.-

(i) Monstruos. Alonso Miranda. En República de Platón Nº 38, 1994.

(ii) G. F. Watts. G. K. Chesterton, 1904. (*)

(iii) Dialogues Concerning Natural Religion. David Hume, 1779. (*)


(*) En El Idioma Analítico de John Wilkins. En Otras Inquisiciones. Jorge Luis Borges, 1952.



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