“…guiados por el carbunclo, piedra luminosa, bella aun entre los espantos de la noche, clara aun en competencia con las estrellas,…” (i)
Molt bonica aquesta flor; té un aire melancòlic per la posició dels pètals i per les gotes de pluja. (ii)
“…pero bajo los tumultos no hay nada. No es otra cosa que apariencia, que una superficie de imágenes; por eso mismo puede acaso agradar.” (iii)
Ahí está ahora, confluyendo, convergiendo, intersectando la burda realidad con la exquisita prestancia de los imaginarios perdidos, los códices donde se han escrito las vivencias retorcidas en esos otros mundos, los etéreos territorios de los reinos abisales. No en las negruras de la antracita o la obsidiana, ni en los blancos incautados del cuarzo o la calcita, sino en ese color correspondiente a la frecuencia más baja de luz discernible por el ojo humano. En el intenso rojo del carbunclo de los ojos mesiánicos, zafiros ensangrentados por los instintos de la bestia, corindones secretos de las pegmatitas y las anfibolitas, de peridotitas, gneis o mármoles de estatuas muertas. No en los dragones de Komodo ni en los profundos celacantos, ni siquiera en el esplendor junglero de los brillantes y coloridos tucanes. Mas bien en la verdosa bioluminiscencia de los carbunclos, esa raza de coleópteros polífagos, tucu-tucus o cocuyos, cocuys o cucubanos, saltapericos o tagüinches, luciérnagas momificadas en duros élitros y en su vuelo elemental, primitivo, sin la elegancia de las piruetas fantasmagóricas de los bichos de luz. Atrapados en jaulas lámparas para desfondar las noches cálidas y arboladas de esta América. Con sus larvas luminosas y sus pupas esperando por años la metamorfosis para renacer en esplendescentes imagos. No en los pomposos blasones, armas, escudos y armerías de antiguos señores, rancias aristocracias o hemofílicas dinastías reales, que usufructuaron de un irrisorio derecho medieval. Está en el mero carbunclo heráldico que se blasona con ocho bastoncillos radiales, flordelisados o pometeados, y en su centro con una piedra de ardiente rubí. Fundamento de las particiones y reparticiones del campo heráldico, de las divisiones del escudo necesarias para representar distintos blasones. No en los románticos sanatorios de tísicos ni en la bíblicos leprosarios, ni en los multitudinarios y anónimos cementerios de la pandemia de la peste bubónica, tampoco en los húmedos sidarios de amor y muerte. Hay que buscarlo en la enfermedad telúrica, contagiosa, aguda y grave, causada por el Bacillus anthracis, ese bacilo Gram positivo, aeróbico y esporogénico, el carbunclo bacteriano o ántrax que afecta a los somnolientos rumiantes de los campos feraces. No allí ni acá ni acullá, no en las fauces del cocoíyo, no en los dientes caninos del po’pom ni en las escamas plateadas del pesh, no en el canto de piú o en el arrullo quejumbroso de las pa’am, sino en las flores de aragonito, calcedonia y annabergita, en las del polvo de azufre y de la chalcantita, en las de esa roca sedimentaria detrítica del Sájara formada por yeso, agua y arena, del color de arena oscura, y también en las del habito de la sal pura que se produce en las salinas a la caída del sol, y tiene una mezcla entre un sutil sabor a violetas y un delicado olor marino. Es allí, en ese jardín espurio que va brotando en lentas cristalizaciones donde sus ángeles y sus demonios juegan ahora el misterioso ajedrez que rige sus más recónditos instintos. Vale.
Glosario de florística mineralógica.-
1.- Aragonito (Flor de Hierro)
2.- Calcedonia (Calcedonia flor)
3.- Annabergita (Flor de niquel)
3.- Polvo de azufre (Flor de azufre)
4.- Chalcantita (Flor de piedra)
5.- Roca sedimentaria detrítica formada por capas de yeso, agua y arena (Rosa del desierto)
6.- Forma de sal pura, recolectada según técnicas muy tradicionales, de origen es marino. Se produce por contraste térmico, debido al enfriamiento de la salmuera que reduce su solubilidad y propicia la precipitación masiva de pequeños cristales de sal que, debido a la densidad de la salmuera quedan en superficie formando una especie de telo. (Flor de sal).
Notas bibliográficas.-
(i) Paradiso. José Lezama Lima, 1966.
(ii) Dona invisible, abril 10 de 2011, en el blog Mineral Vegetal. Fotografía.
(iii) Prólogo a la edición de 1954 de Historia Universal de la Infamia. Jorge Luis Borges.
Excelente informacion!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! gracias---- buenisima idea!!!!!!!!!!!!!!! Hilda Breer
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