sábado, 13 de agosto de 2011

DEL VIAJE DE NUESTRO PEDRO

A Don Pedro José Herrera Ajuria (Q.E.P.D.)


Si pudiera llorar de miedo en una casa sola,

si pudiera sacarme los ojos y comérmelos,

lo haría por tu voz de naranjo enlutado

y por tu poesía que sale dando gritos.

“Oda A Federico García Lorca”, Pablo Neruda


Se nos fue Don Pedro José, se fue de pronto, en súbito acontecimiento, como un ángel de ópalo bajo una lluvia de pétalos de cerezos en flor o como una esfinge que se hunde una noche sin aviso en las arenas de su propio desierto tibio y acogedor, pero nos dejó para siempre su voz titilando en los sitios que habitó, en los rincones donde su reino cristalizaba en sus palabras encendidas desde su Logroño de La Rioja, en esas españas donde se habló por primera vez este idioma mágico que nos enseñaron nuestras madres. Allí debió beber las aguas del Ebro y sus pasos huellaron sin duda el Camino de Santiago, pero habrá sido más por elegante cinismo que por pechoñería provinciana pues él mismo lo dijo agradeciendo su ojo avizor: “Pero si resulta que esta bola de tierra y agua es una aguja en un pajar de bolas y de aguas y de gases y dioses y tontos del haba”, confirmando lo que muchos susurramos: “¿Hay Dios? Ni lo sé ni me interesa”. En fin, en esos lares logroñeses lo habrán soñado el varón Herrera y la dama de los Ajuria y lo echaron a la vida entre el arcoiris y los crepúsculos, bajo el vuelo de los pájaros y sobre las afanadas cavidades de los hormigueros, así repentino, imprevisto, inesperado y vertiginoso, tal como se nos fue de este aquí y este ahora, dejándonos un reguero de estrellitas para que lo sigamos, mas temprano que tarde, sin peligro de perdernos, y un sabor a poco para que la próxima conversada tenga tema, porque el tiempo, enhorabuena, será infinito. La cita está hecha, el día y la hora son cosa de cada uno, él desde ya nos está esperando. Se fue Pedro el amigo, el poeta, el caballero de la Virgen Mayor, desfacedor de entuertos y enemigo de injusticias. Se fue a contramano para no molestar con minucias funerarias, para evitar las flores y los responsos, para dejarnos extrañados y tristes recordando su ultimo comentario o sus últimos versos. Se fue con sus mayúsculas de plinto romano que usaba quizás para parecer que gritaba en medio del tumulto de una calle que le era ajena, con sus esquinas oscuras y sus faroles de miedo. Nunca lo sabremos. Ahora ha de ir volando, halcón esquivo en un cielo silencioso, a consumar su amor secreto con Rita Hayworth en el paraíso al fin alcanzado. A mí me queda el eco eterno de sus últimas palabras para el último de mis textos que leyó: “Vale, impenitente peregrino de osadas mazmorras sarracenas y vergeles pontificios y voraces mezquitas azules secuestradas por intransigentes talibanes… Muy bueno Arcángel. Un ósculo sagrado.” Gracias amigo Pedro. Vale.



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