lunes, 14 de noviembre de 2011

SINSENTIDO

Ya nada tiene sentido, el sol desbaratado contra el muro se reparte entre naranjas y rosales, la luna violentada se deshace en porciones glaciales sobre las piedras y sus musgos. Una romería de monjes transita por una calle sin gente ni árboles ni sombras, un buitre negro ondea la divisa de los vencidos. Diversas astronomías suceden en las noches cambiantes, los astros pierden sus nombres, las constelaciones se dibujan en otros contornos más siniestros, como serpientes bicéfalas u ornitorrincos apuñalados. Una silueta dorada amanece en cualquier octubre y se duerme a mitad de noviembre, sin sentido, arbitraria, altiva, como una madreperla incitante. En esa diversidad abstracta solo las arcillas y las cenizas poseen un sentido que las justifica en los finales de la erosión o del fuego. El verbo socava los vértices de los poliedros de la duda, corroe las cloacas, abunda en silogismos y entuertos, desgrana las silabas en un sagrado hermetismo transparente como cuentas de un rosario de cristal de roca. Las pesadillas discrepan con la realidad percudida por la humedad de una bruma marina que se extiende por las llanuras tierra adentro hasta los albores de los abismos. Nada tiene sentido, las gaviotas planean sobre los bosques, los alacranes atacan los panales, los náufragos caminan sobre las aguas, sorprendidos e ilusorios. Los albatros petrificados contra el cielo gris pierden el significado del vuelo y se estrellan contra los oleajes, las espumas, los roqueríos. Un extenso río de peces azules inunda los manglares, desborda su cauce con sus aguas azules de peces, arrastrando los inquietos cangrejos de yeso y los lentos caimanes dormidos. Sin sentido, los rostros de las estatuas se disuelven con las lluvias amarillas mientras las palomas les comen los ojos para que los gorriones aniden en sus cuencas vacías. No hay referencias ni bibliografías, los palimpsestos y los códices se vuelven indescifrables, los símbolos se convierten en glifos borrosos. Una caverna secreta guarda escrita con hematita la única fábula que persistirá en la memoria del imperio; aquella de la rana y el escorpión. Ya nada tiene sentido, ni el canto alrededor de las hogueras, ni el candor de las santerías, ni la búsqueda del paraíso. Hacia el atardecer de las pasionarias y los geranios los bronces de los candelabros se van quemando a continuación de los cirios con una llama verdiazul y un perfume de inciensos orientales. En las tibias madrugadas de dos noches paralelas un arácnido pervertido busca de saciarse en si mismo. El Universo sin sentido titubea un instante y se deflagra en un barroquísimo destello final.


Imagen: Arácnido extinto de la especie Cenotextricella simoni. Ejemplar preservado en ámbar que data de hace 53 millones de años.

1 comentario:

  1. Querido Fernando.....una de tus literarias meditaciones....por alla en esos comienzos sin comienzo,ya te estaba leyendo....abrazos Hilda Breer

    ResponderEliminar