lunes, 27 de septiembre de 2010

EL ARBOL DE BORNHEIM-MERTEN

Entre sus raíces me deslizo como serpiente buscando refugio.

¡Nada!. Hilda Breer.


Hunde sus manos radiculares en la tierra húmeda, profunda y fresca buscando las vértebras escondidas de la Pachamama, o surge como una vertiente vegetal, incólume, eterno, erguido como un tótem o un símbolo fálico que se ahonda en la púber virginidad de un cielo inalcanzable. Lleva la potencia de su vuelo en la tenacidad de esa sabia dulce que fluye densa y lenta a contracorriente de la gravitación solo sostenida por la levedad insustancial de la capilaridad ancestral que aprendieron los primitivos lycophytas y helechos paleozoicos y los gingkos verde azulosos que aun se reflejan en la aguas de los quietos estanques de anaranjados caraccius y blanquinegros nishikigois rodeados de cerezos en flor. En su altura orgullosa es el compinche prusiano de la higuera de Bodhgaya, donde el Buda alcanzó la iluminación, del fresno del Universo de la mitología nórdica, de los robles Irminsul de los antiguos sajones y Seahenge de las tribus celtas, de la desolada acacia del Ténere, del tilo Garoé de los bimbaches, del abeto rojo de la montaña Fulu que ha visto los soles y las lunas de nueve mil quinientos cincuenta años, del baniano Thimmamma Marrimanu de Kadiri, con sus mil cien raíces aéreas que se extienden por veintiún mil metros cuadrados y del legendario Chachacomayoc del Cuzco, ya muerto, bajo cuya sombra descansó un día el Libertador. Es un secreto segmento de una geometría ancestral, milenaria, que semilla a semilla, verde a verde se fue creando y creciendo, floreciendo y cruzando estíos y otoños, durmiendo su recóndita latencia en gélidos inviernos y despertando como un fénix arborescente en cada esplendorosa primavera. O es un eje leñoso sobre el que rotan amplias e infinitas galaxias elípticas, espirales e irregulares, con sus sistemas masivos de brillantes estrellas, sus nubes de gas, planetas y polvo desperdigado, con su hipotética materia oscura de composición desconocida, y quizá con sus misteriosas energías negras de negro. O una alta columna gris verdosa de frondoso capitel que se abre a los cuatro vientos como un majestuoso fractal vivo que es la imagen especular del fractal sumergido en la diosa madre Gea. O el mástil de todas las barcas del Nilo y de las derrotadas naos de la Grande y Felicísima Armada, la Invencible, el tronco original de las canoas o piraguas de los tainos, o el sagrado madero del tormento del Gólgota, el acunador territorio vertical de los pájaros, el aterrador arquitecto de los leños de la horca, o el ego umbrío del dios Silvano bajo el cual gira y gira a la gira la lenta nave del tiempo, ese enemigo formidable. Es leña, astilla, carbón, antracita, pero siempre con final de ceniza. Y será también la madera del féretro que baja lentamente hacia la nada. Vale.

1 comentario:

  1. ".....y sera tambien la madera del ferétro que baja lentamente hacia la nada.."

    qué belleza tu escrito...profundamente real pero de una poesia infinita

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