sábado, 18 de septiembre de 2010

HORIZONTES PERPLEJOS

Se derretían los arpegios afanados por la estridencia de bocamina del corrillo de gitanos en torno a la gran hoguera donde quemaban sus ropajes de carnaval, sus mascaras de cartón piedra pintadas de negro y blanco y con los labios bermellón, sus capisayos floreados con la heráldica de los barones del Ponto Euxino bordada en hilos de seda dorados, sus guantes de seis dedos, albos, sin macula, a pesar de los siete días de alboroto, serpentinas y challas con que celebraban el miércoles de ceniza. Ardía el fuego lanzando fluctuantes llamaradas azules, crepitando en sus desesperaciones crematorias mientras la brisa noctámbula formaba remolinos incandescentes retorciendo las constelaciones de chispas que huían como mínimos destellos fugaces de la fogata que iluminaba los rostros impasibles de los zíngaros y de sus dragones domesticados. La noche se derrumbó sobre hombres, bestias y lumbre en una lluvia monzónica, una inmensa voluta botroidal de humo denso y amargo se elevó cruzando el aguacero entre el vórtice de estrellitas truculentas y el agua condensada en millares de pequeñas gotitas casi esféricas. Escurrió la sopa de cenizas arrastrando vertiginosos fragmentos a medio quemar de telas de colores charros, pedazos de cartón piedras con las muecas carbonizadas en blanco, negro y bermellón, pedacitos de escudos chamuscados de hilos color oro viejo, y dedos de guantes albos con el ribete negro carbón donde habían sido cercenados. Al amanecer solo quedaba un gran círculo gris donde estuvo la fogata, rodeado de huellas de pasos de pies descalzos y de pisadas de garras de dragón que la arena vitrificada ya había convertido en icnitas paleozoicas. Tangente al circulo ceniciento el ultimo avance del oleaje de la sicigia dejó una línea con los restos de la quemazón cementados con la espuma seca como un horizonte premonitorio y especular de aquel que se dibujó ese mismo día hacia el atardecer, con su disco solar y su raya de mar/cielo que se quedó petrificado de soledad y silencio cuando partió el ultimo carromato y emprendió vuelo tierra adentro el ultimo dragón agitando lentamente sus alas de murciélago prehistórico. Vale.


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