miércoles, 29 de septiembre de 2010

CONFUSO IMAGINARIO PERSONAL I

Los incensarios, los pebeteros, las clepsidras, la estilográfica con tinta verde, los puertos iluminados en las noches sin luna. Los muebles antiguos con sus maderas color caoba y sus tapices floreados en la grata quietud de la sala del amplio ventanal que daba a un patio con un ceibo y sus inflorescencias arracimadas de grandes flores rojas y jacarandás con sus inflorescencias racimosas de delicado color azul violáceo, donde la lluvia de los domingos poseía la consistencia de pequeño duelo y se iba incrustando en la memoria como una pena chiquita de cajita de música. Las mascaras, las lámparas, los armarios, las terrazas terciarias o cuaternarias, quien lo sabe, donde florecían las breves ágatas botroidales y las calcedonias lechosas con las que los changos, los hombres de los conchales, otrora tallaban sus puntas de flechas y sus arpones. Sílices desperdigadas sobre arenas amarillentas sujetas al reverbero feroz de los soles del Capricornio y al vaho garuoso los húmedos mantos de camanchaca que venían de un mar lejano e invisible. Las luces lejos de los barcos anclados a la gira en medio de la bahía, los guajaches, los piqueros, los yecos, el cañaveral costero en la vertiente salobre donde Juan López fundó de hecho y sin saberlo la dormida ciudad de Antofagasta. El canto del oleaje en la orilla nocturna con el mar oscuro y el aroma de algas. Las botellas antiguas, las monedas, el reloj de sol, el salar de aguas arsenicales con sus colas de zorro y los patos con sus espéculos de resplandeciente verde metálico. Las casas del desierto con sus intactos muros de adobe sin puertas, sin ventanas ni techos, abandonadas para siempre a los fantasmas de sus cementerios tristes y resecos desde cuando los ingleses cerraron las oprobiosas oficinas salitreras dejando el caliche manchado con las sangres de los rebeldes y las babas de los gobernantes prostituidos. La salmuera de las pozas con los alevines condenados a evaporación hasta la muerte marina entre los roqueríos de la bajamar del mediodía. El frontispicio, las arcadas, los arbotantes, la maroma de alacrán en el empedrado del segundo patio de la iglesia construida como una callampa toxica y maloliente sobre los restos a medio demoler del templo del dios vencido. Vale.


Notas aclaratorias.-

Guajache: Pelicano, Pelecanus thagus (Molina)

Piquero: Alcatraz, Sula variegata (Tschudi)

Yeco: Cormoran, Phalacrocorax brasilianus brasilianus (Gmelin)

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