sábado, 20 de agosto de 2011

NADA

El infierno está aquí! El otro no me asusta.

Empero, el purgatorio mi corazón disgusta.

“Los sollozos”, Marceline Desbordes-Valmore.


Alguien busca tus ojos por la calles de una ciudad invisible, por los callejones de bandidos y mendigos, por las callejuelas de meretrices y de santas vírgenes ingenuas. Alguien busca tus palabras escondidas, tu verbo apagado, aprisionado en un silencio de tumba o de pirámide, mientras te vas diluyendo, disolviendo, difuminando entre las lluvias y los ocasos. Ya no cruzas en las esquinas de tus rutinarios viajes por el día, ni estas en los parques donde los aromos, que ya no pueden eludir sus amarillos principescos, han esparcido en su entorno su finísima granalla dorada para atrapar las huellas de tus pasos, los vestigios de tu sombra, para capturar el vaho de tierna soledad que vas dejando con tu murmullo de ninfa ausente e inalcanzable. Ya no habitas los parajes nocturnos de las orillas de los ríos y sus afluentes, los acantilados de la isla donde tus demonios tascaban el freno de tus pasiones, la carne y la sangre que ardían en ti en un fuego siempre inconsumado. Las hormigas aun invernan en sus laberintos subterráneos a la espera del estremecimiento de tu cuerpo ante la cercanía de la revelación. Nada. Solo una dulce soledad que intenta mimetizarse con los estertores de las escarchas. Solo la dulce paz de las pupas de los escarabajos aguardando en la presunción de un remoto estío. Apenas la dulce calma de los panales escuchando el rumor de la cercana primavera. En un alejado escaño del parque tu delicado fantasma, única mujer entre los poetas malditos, escribe y describe su existencia mezquina y sus muchas desdichas con una poesía oscura y depresiva, sin complacencias estéticas. Tus odios semillan los crepúsculos y las madrugadas, los perros aúllan las lunas que palidecen tu piel, su misterio y su secreto. Tus manos van descascarando los altos muros de un castillo encantado, van atrapando las espumas de las mareas en pleno plenilunio, se quedan aferradas a la última tibieza que tocaron, sin caricia, sin roce, sin cariño. Eras la del cabello largo, niña sola entre los niños riendo al lado del agua. Se te ve triste, como congelada ante un abismo, con la mirada mas allá del aquí y el ahora. La melancolía invade tu alma y la arrastra hacia las frías lluvias de este invierno. Las lluvias, las neblinas, las garúas, los atardeceres en sus rojos intensos, el mar nocturno, esas cosas que horadan tu alma y te dejan ese sabor de soledad inevitable. Hay en tu vida intensidades como oleajes que van y vienen arrastrando tus sentimientos, tus soledades, tus deseos y tus instintos, y todo eso llega como los restos de los naufragios a la larga playa de arenas doradas donde tu eres una niña solitaria buscando caracolas, descubriendo las piedras de colores, explorando entre las algas que se mecen por el mismo oleaje que te llevo hasta allí. Nadie sabe a ciencia cierta, con debida certeza, donde se va tu voz cuando te silencias, cuando tus palabras se vuelan como mariposas asustadas, cuando tu cuerpo de niña habita otros rincones donde mis manos no te tocan. Nadie sabe porque lloras. Alguien no soporta tu silencio.

Fotografía: “Aromas, la lluvia. El otoño” de José María Lagorio. 2009.



1 comentario:

  1. La vida, es solo un relato...un supiro desfalleciente,un silencio de entrega total...

    ResponderEliminar