lunes, 10 de octubre de 2011

DELIRIOS DE NAVEGANTE

Soy el sátiro de los puertos de noche, deambulo por los sucios callejones de lucecitas rojas y antiguos empedrados, me asomo a las ventanas buscando los barcos a la gira, asumo la vaguedad de los molos donde atracan los botes de los pescadores y los crepúsculos se confunden con los amaneceres. Surjo de la humedad nocturna de las costaneras, caminando de popa a proa, aspirando el murmullo del oleaje mientras se levan las anclas y se alzan albos los velámenes. Escribo desde la nostalgia de capitán frustrado, de navegante inconcluso. Repaso mapas y portulanos calculando las derrotas de las naves inmóviles, los rumbos imposibles con sus mareas de pena, los vientos y las brumas que esconden los faros y hacen encallar las naos en los roqueríos del destiempo. Suelo entretenerme en las orillas escarbando en las varazones de peces o descifrando las huellas de los cangrejos. Llevo las bitácoras de las algas y las medusas, con sus derivas y sus navegaciones. Describo las arboladuras y aparejos de los veleros de alta mar que cruzan iluminados con sus luces rojas y verdes, y sus espumas alborotadas bajo la dama del mascarón. Camino por los muelles entre los pescadores ensimismados, a la espera de los barcos de cabotaje, de los lanchones cargados de frutas exóticas o misteriosos minerales, de las borrascas que desolen las maderas podridas y devuelvan la debida soledad al desembarcadero entumecido. Desde la escollera llevo el timón de los pontones y de los barquitos de colores por entre los botes y lanchas fondeadas en la amplia rada con la mar verdiazul manchada de petróleos iridiscentes donde flotan grandes aves muertas. Comparto los territorios del malecón con las gaviotas bochincheras y los huraños lobos marinos, con las cadenas oxidadas de las naves que nunca zarparon y las dunas de redes esperando la madrugada. Conozco los códigos de humos y estelas entrando en la bahía con el sol atrapado en el escorzo de la dársena, conozco cada una de las muescas del embarcadero, los cordajes del último naufragio y la nostalgia de sus marineros fantasmas. Adormecido sobre un amarradero cavilo singladuras mientras migran hacía la noche de sus nidos los alcatraces y pelícanos. Soy una sombra merodeando los puertos de la noche, sus ancladeros, sus diques de carena con sus navíos heridos, las embarcaciones dormidas con sus candeleros de negros cormoranes. Escucho mi nombre en el crujido de los cordajes que tensan la pleamar y la bajamar bajo la fría seducción lunar. Vale.

1 comentario:

  1. entiendo todo perfectamente..pero la forma de descripcion es barroca tambien??? lo veo difernete a otros escritos barrocos... Me gusta mucho. Hilda

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