A María Jesús Pérez Vilar, otra exploradora de Celacantos.
La convergencia evolutiva es un fenómeno evolutivo por el que organismos diferentes, relativamente alejados evolutivamente, tienden, bajo presiones ambientales equivalentes, a desarrollar en su evolución características semejantes.
Ahí estaban los celacantos perdidos nadando entre dos aguas en el silencio de telar de los acrílicos luminosos, esperando los verdes y rojos, anaranjados y amarillos donde florecer de arte y nostalgia por sus aguas profundas en los bordes de los abismos de los territorios de la palabra excesiva, de las repeticiones de la obsesión y del latido vigente de sus siluetas escondidas, codificadas y relictas. Vagaban hieráticos con sus aletas lobuladas de extraños sarcopterigios soñándose extintos de todos los océanos, de todos los mares abiertos e interiores, de todos los lagos y los pantanos, de oleajes y redes, de vastos volcanismos submarinos. Esperando la convergencia evolutiva de la mano que pinta y la mano que escribe, veleidosos, secretos, mimetizados de anémonas o de medusas. Los albos signos marcan el lugar donde habitan y las albas flores detentan la luz de sus lunas. Invisibles detrás de la blanca rosa difusa, semisombras ictioformes sesgadas como un parpado o atrapadas en el canto de un vórtice de verdes hojas y musgos. Escondidos en las tramas de lanas o sayales que los ocultan para los ojos profanos y las austeridades del color derramado. En una naturaleza interior miríadas de escamas de esmeraldas arremolinadas en el fondo pedregoso de suaves azufres textiles. En pétreos cardúmenes de ojos cristalizados en topacios amarillos, de milenarias escamas de fósiles dormidos, profundos en la lejana turbiedad abisal, en nado silencioso y milenario, siniestros deambulaban por las dulces turbulencias de la saliva marina provocando la dilusión de asombros y penas. Turbios, tenebrosos, velados o sombríos en su solitaria inmortalidad de esfinge viviente, escabulléndose fragmentado como el último de un linaje congelado en los glaciares del tiempo. Entre placodermos e ictiosaurios, gusanos tubícolas, esponjas globo y pulpos luminosos, mixinos y esturiones, fantasmas marinos vivos o muertos, de piedra caliza o de brillante pirita, cruzando los eones como asta de una lanza forjada con metales primigenios en la fragua de los magmas iniciales, inverosímiles, enormes y lentos. Verbo o pintura, linea, trazo o vocablo que fluyen dibujando sutiles exploraciones de monstruos arcaicos. Amanecen náuticas constelaciones olvidadas que caen hacia los crepúsculos sobre horizontes embaucados por el tráfago incesante de efímeras especies. Ahí están todas las magias de un pez insondable derramadas en pigmentos contenidos en una emulsión de un polímero soluble en otras aguas, vertidas en el trabado léxico de un onírico barroco surrealista, en su honda delusión perturbadora. Colores, adjetivaciones, vislumbres de sumergidos celacantos. Series de cuadros y textos inéditos, lejanas y compartidas obsesiones. Vale.
Imágenes: Acrílicos de la serie "Celacantos", de la artista María Jesús Pérez Vilar.
Soy de las que creen que en casi todos los Lugares hay sitio para la magia o "lo mágico " .
ResponderEliminarEl Celacanto forma parte de esa magia , por inesperado y único , el que ustedes tengan tiempo de dedicarle unas palabras me ha encantado el titulo de " Convergencia " muy adecuado.He puesto un enlace a este blog en mi página.
Un saludo desde las Islas Canarias .