sábado, 8 de octubre de 2011

MÁS NADA

Ya te me perdiste niña en tu silencio de ninfa secreta. Y yo sin saber porqué te me escapas, a donde te fugas, en que desierto vagas iluminada por tus sueños de virgen dolorosa. Nada dejas tras de ti, solo la tierna soledad de los inviernos, la invocación de tus palabras desaparecidas, el retazo de tus ojos cercanos y ambiguos, la demora persistente en tu olvido. La dulce soledad que restriega tus ojos bandoleros, tus ojos llenos de mar, de corsaria embaucadora, de vestal inconclusa, va dejando un reguero de pétalos amarillos, de iridiscentes rastros de caracoles, esa soledad que rompe tu nombre en su inicio y consuma los rosales en sus rosados imposibles. Buscas entre otoñales rastrojos la dulce paz de la dulce calma de la dulce luz, buscas y rebuscas, arrastras oscuras intenciones por los azulejos de una habitación en penumbras mientras alguien te observa desde las impúdicas sombras de un rincón. Abres puertas y ventanas para que entre el aire con aromas de flores y la luz del brillante mediodía, palpas los cristales, los tules, las maderas para saber que estás viva, unges tu cuerpo asiluetado para consagrarlo a tus delirios. Duermes, respiras, vives el tiempo como de lado, tangencial y lúgubre, predestinada. Te encierras en un mutismo de gaviota incendiada por el ocaso, vuelas, navegas, transitas, te disgregas en las siluetas de las aves migrando contra el atardecer, en las arenas de cuarzos amarillos, en los cardúmenes que siguen de ola en ola el rastro plateado de la luna. Cobijas los encierros sangrientos, los carnavales de confeti y ojos pintados, de mascaras y sedas luminosas, los gemidos de los ahorcados y los aullidos de los lobos allá en el laberinto de pinos. Guardas tus voces a la espera de que se entierren los cangrejos del odio y se hundan las medusas de la envidia. Aquietas tu corazón vulnerable atrapado entre las aguas y las lluvias, ansioso, sostenido e imperfecto. Te me pierdes por los senderos de las junglas, por las convexidades ocres de los desiertos, por los abandonos nevados de las nubes perseguidas del amanecer de tu isla sigilosa. Enmudeces ante los arpegios y las armonías de tus hechizos lunares. Niegas la persuasión de la víspera y el canto de los arlequines. Te rebelas ante la verde luminosidad de las luciérnagas revoloteando sobre los pantanos y en las esquinas, y al inevitable temor de la pérdida. Vale.

2 comentarios:

  1. Mas Nada, buen título para un mejor texto del universo de vocablos dibujando imágenes desconcertantes como pinceladas armónicas.

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  2. Qurido Arcangel....siempre me asombras con tus adivinanzas reveladas..gracias por tantos recuerdos.......Hilda

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