domingo, 12 de abril de 2009

El Martirio


Un texto de Francisco Antonio Ruiz Caballero.

Cuando la voluntad de los dioses es más fuerte que la ambición de los hombres.

Soy un sacerdote hereje del Templo de Abaipsu. En un tiempo tuve la mayor de las glorias en mis manos. Llegué a ser secretario del consejo sacro. Pero yo aspiraba a más. La soberbia me perdió. No toleraba ser un segundón en el consejo, quería ser el sumo sacerdote. Sus prerrogativas son tan amplias, es un ser tan afortunado que la lascivia adorna su cama con frenesí y la voluptuosidad envuelve sus noches, placenterísimas, orgiásticas, fabulosas. Posee la diadema de la belleza radiante y en su lecho las estrellas azules y frías le colmatan de placer. Y el vino más amable de la tierra le besa y acaricia los labios y le hace olvidar todas las penurias.

Conspiré contra él. Quería encaramarme en su trono. Me detuvieron.

El proceso, el juicio, fue sumarísimo. La condena fue dictada, inapelable y rotunda como un bofetón. Procedieron a mi castigo.

Me han desollado vivo y me han sumergido en el tanque del dolor eterno. Un líquido salino y aséptico en el que me mantienen vivo y sin piel y en el que respiro como un pez extraño envuelto en una túnica de dolor. Espantoso. Tardaré meses en morir, lo peor aún no ha llegado, he sido sacrílego a Abaipsu, cuando muera todavía tengo que pasar por el infierno que he construido yo mismo para mi insolente rebeldía. Contemplad la advertencia que os enseño. No desafiéis la voluntad de los dioses.


1 comentario:

  1. Esos mundos dantescos...parece ser que los necesitamos....quisiéramos creer en el castigo de los pecados....nos desconsuela el vacío, la nada.....Porqué? Fantasias de ese misterio que es nuestro cerebro.....Pero Caballero es brillante para esas traducciones.........

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