sábado, 12 de septiembre de 2009

TETRACEPHALUS


…en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó a construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían.

Los dos reyes y los dos laberintos.

Jorge Luis Borges

Alfonso Enrique Henry Rodolfo, Tetracephalus, llamado también el Sabio Navegante, fue Rey de Castilla y León, Señor de Avis y Lancaster, Infante de Sagres y Portugal, Primer Duque de Viseu, Rey de Inglaterra y Señor de Irlanda, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Rey de Hungría y Bohemia, y Archiduque de Austria.

Nació en Toledo, Castilla-La Mancha, una de las Españas, a fines del siglo XIII. Vivio muchos años en Oporto, Portugal y en el Castillo de Praha, capital del Reino de Bohemia.

Los que le amaron lo describen como bien parecido, de presencia atlética y muy inteligente; pero a la vez era egoísta, duro y cruel. Para los que le odiaron era de carácter débil, enfermizo y excéntrico, pasando de la apatía a la melancolía sin motivo alguno. Lo cierto es que fue un ávido apostador y jugador de dados. Es ya aceptada a la hipótesis de que sufría de sífilis, ya que sus descendientes mostraron síntomas característicos de la sífilis congénita.

Mediante el patronazgo de la Escuela de traductores de Toledo congregó allí a estudiosos cristianos, judíos y musulmanes para el rescate de textos de la Antigüedad, e hizo traducir escritos árabes y hebreos al castellano. Estos trabajos habilitaron definitivamente el castellano como lengua culta. Realizó la primera reforma o normalización ortográfica del castellano, idioma que el reino adoptó como oficial en detrimento del latín. Su afán por la divulgación de la lengua vernácula le llevó a patrocinar la versión al castellano del Lapidario, que versa sobre las propiedades minerales, y el Libro de los juegos sobre temas lúdicos (ajedrez, dados y tablas), deportes de la nobleza en aquel tiempo. De su extensa obra destacan: el Fuero Real de Castilla, el Espéculo y las Siete Partidas, las Tablas Alfonsíes, astronómicas; y la Grande e General Estoria acerca de la historia universal. La obra de traducción, recopilación y legislación que hizo durante su reinado incluyó la composición de un libro de ajedrez: «Juegos de ajedrez, dados y tablas con sus explicaciones ordenadas por el rey Alfonso el Sabio» y es el libro más antiguo sobre el ajedrez que nos ha llegado.

En cuanto las artes de mar, ordenó la construcción de la Ciudad de Sagres, junto al Cabo de San Vicente, en el extremo suroeste de la península Ibérica, donde reunió a experimentados astrónomos, geógrafos y navegantes, y se dedico a estudiar las experiencias marítimas. La ciudad fue el centro de los avances en la navegación y cartografía de la época, observatorio y escuela para el estudio de geografía y navegación. Ese emprendimiento llevó al descubrimiento de Madeira y las primeras islas Azores. De allí partieron las expediciones que pasaron por primera vez el Cabo Bojador, que en esa época, era para los europeos el punto conocido más meridional de la costa de África. Las siguientes expediciones llegaron al Cabo Blanco, a la Bahía de Arguin, al Río Senegal, doblaron el Cabo Verde y visitaron Guinea, pasando así el límite sur del gran desierto del Sahara. Poco después se descubrirían el archipiélago de Cabo Verde e iniciaron la exploración de la costa africana hasta Sierra Leona. Estos descubrimientos impulsados por él dieron el impulso para una acción humana monumental en lo político y lo científico, y también provocaron una caza del hombre que duró cuatrocientos años y que convirtió Africa en un continente manchado de sangre y de lágrimas. Ese impulso de los viajes y de los descubridores, mezcla de fe y de codicia, de religión y de rapacidad, juntó el espíritu de los cruzados y de los apóstoles con los más viles intereses de lucro y condujeron a la caza de los negros desarmados, que eran apresados por sorpresa y hechos esclavos de la manera más indigna y desconsiderada. Idealistas como el propio príncipe esbozaron utópicos sueños, según los cuales los negros, después de bautizados, tenían que ser devueltos a su país, para hacer proselitismo entre los que se habían quedado allí. El príncipe hizo devolver a Africa a algunos negros bautizados, con la esperanza de ganar así pueblos enteros para la fe cristiana. Pero los cristianos negros desaparecieron rápidamente en la selva y no volvieron a dar señales de vida.

Su lado afectivo fue cambiante y fúnebre, de joven contrajo matrimonio con Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, viuda de su hermano, de quien heredó el trono. Años después como no tenía el deseado heredero varón y enamorado perdidamente de una dama de su corte, la irlandesa Ana Bolena, pretendió obtener el divorcio. Ante la negativa del Papa, rompió las relaciones con Roma, hizo aprobar al parlamento el “Estatuto de restricción de apelaciones” que prohibió las apelaciones de las cortes eclesiásticas al Papa, y previno que la Iglesia decretara cualquier tipo de regulación sin previo consentimiento del Rey, el “Acta de designaciones eclesiásticas” que decretó que los clérigos elegidos para obispos debían ser nominados por el soberano, el “Acta de traiciones”, convirtiendo en alta traición, castigada con la muerte, desconocer la autoridad del Rey, y el “Acta de Supremacía” que declaró que "el Rey es la única cabeza suprema en la tierra de la Iglesia de Inglaterra", luego repudió a Catalina de Aragón y se casó con su amante. A los tres años acabó su relación con Ana de manera tajante, acusándola de adulterio por lo que fue condenada a muerte y decapitada. Tuvo un un nuevo matrimonio con Jane Seymour, que resultó muy breve ya que la nueva esposa falleció al año siguiente con motivo de un parto. Viudo el rey volvió a contraer matrimonio con la luterana Ana de Cleves, enlace claramente de talante político. Tras dos años, Enrique repudiaba públicamente a su esposa y se casaba con Catalina Howard, que tambien fue decapitada. Una última boda de Enrique, la sexta, fue con Catalina Parr, la única de sus esposas que le sobrevivió.

Hacia el final de su tiempo se aficionó a la alquimia, la astrología, la magia y los juguetes mecánicos, especialmente autómatas, relojes y máquinas de "movimiento perpetuo". Durante su reinado hospedó a casi todos los destacados alquimistas de la época y en la “Academia Alquimista Praguense” se mezclaba la vieja sabiduría y conocimientos medievales con las nacientes ciencias naturales. Notable fue su inmensa colección de manuscritos y libros raros de magia, alquimia, misticismo y otras rarezas que tanto gustaban al emperador, aunque sin despreciar los de ciencias: fue uno de los primeros en recibir un ejemplar del Sidereus Nuncius de Galileo, y el primero en recibir la solución al anagrama en el cual Galileo comunicaba a todos su descubrimiento de los anillos de Saturno. En aquella epoca de su larga vida se dedicó por completo a sus entretenimientos y raras excentricidades, como coleccionar monedas, piedras preciosas, incluyendo gigantes y enanos con los cuales formó un regimiento de soldados. Fue un gran mecenas de las artes y las ciencias tanto experimentales: astronomía, botánica o matemáticas, como especulativas: alquimia, astrología o magia. Bajo su reinado acogió en su corte al pintor Arcimboldo, y fueron nombrados Matemáticos Imperiales el danés Tycho Brahe y el alemán Johannes Kepler: este último publicaría las famosas tablas astronómicas 'Tabulae Rudophinae' basadas por completo en el trabajo observacional de Brahe y llamadas así en honor al cuarto nombre del emperador.

Murió en el exilio, en el palacio de Whitehall, Inglaterra, a principios del siglo XVII, habiendo vivido doscientos cuarenta y cinco años, aunque algunos argumentan que sumados los años uno a uno fueron trescientos noventa y uno. Solo en estas meras cifras los historiadores difieren.

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