sábado, 12 de septiembre de 2009

VINDICACION DE BABILONIA LA GRANDE


Y fue Dios que se acordó de la gran Babilonia y le dio de beber la copa donde fermenta el vino de su ira, mientras ella estaba sentada a la orilla de los grandes ríos. Y eran muchos los reyes de la tierra que habían fornicado con ella, y los muchos habitantes del mundo se habían embriagado con el vino de su prostitución. Y fui al desierto, y allí vi a una hembra sentada sobre una Bestia escarlata. La hembra estaba vestida de púrpura y escarlata, resplandeciente de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en su mano una copa de oro colmada de la abominable impureza de su fornicación. Sobre su frente tenía escrito este nombre misterioso: "Babilonia la grande, la madre de las abominables prostitutas de la tierra". Y era la mas hermosa que todas las hembras que yo había visto, tenia el pelo muy negro y muy liso y los ojos rasgados y pintados de cenizas negras como las reinas egipcias, y su cuerpo era delgado y de curvas incitantes, y sus manos largas y suaves para mayor deleite de sus caricias, y sus pechos eran del justo tamaño y sus caderas como en los sueños de los machos en los desiertos, y su rostro era el mas bello jamás visto. Y vi que aquella hembra se emborrachaba con la sangre de los santos y de los testigos de Jesús, y al verla, quedé profundamente asombrado. Los ríos a cuya orilla está sentada la Prostituta, eran los pueblos, las multitudes, las naciones y las diversas lenguas. Yo sabia que los hombres que la adoraban, así como también la Bestia, acabarían por odiar a la Prostituta, le quitarán sus vestidos hasta dejarla desnuda, comerían su carne y la consumirán por medio del fuego. Y cuando ella hubiese caído, ella, Babilonia la grande, se convertiría en refugio de demonios, en guarida de toda clase de espíritus impuros y en nido de aves impuras y repugnantes. Porque todos los pueblos han bebido el vino embriagante de su prostitución, los reyes de la tierra han fornicado con ella y los comerciantes del mundo se han enriquecido con su lujo desenfrenado. Alguien amenazó a los que la amaban y les dijo que huyeran de esa ciudad, para no hacerse cómplices de sus pecados ni ser castigados con sus plagas. Porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus iniquidades. Les recomendó que le pagasen con su propia moneda, retribuyéndole el doble de lo que había hecho, que le sirvieran una porción doble en la copa de sus brebajes. Que le provocaran tormentos y dolor en la medida de su fastuosidad y de su lujo. Porque ella se jactaba, diciendo: Estoy sentada como una reina, no soy viuda y jamás conoceré el duelo. Por eso, les predecía que en un solo día, caerían sobre ella las plagas que merece: peste, llanto y hambre. Y seria consumida por el fuego, porque el Señor Dios que la ha condenado es poderoso. Pero yo me quede a su lado porque sabia que fue ese Dios el que se acordó de la gran Babilonia y le dio de beber la copa donde fermenta el vino de su ira, no porque ella buscara esa copa. Y porque a los que fornicaron y se embriagaron con su vino los veía saciados y felices, y porque ella no solo era la madre de las abominables prostitutas de la tierra, sino también la mejor de las meretrices que yo había gozado en el lecho. Vale.

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